jueves, 1 de julio de 2010

Proxima estación, esperanza.


No es este un gracias chiquito, o al pasar. Este es, un gracias enorme y burbujeante. Un gracias macrocósmico y fosforescente, que brilla con la potencia de cien mil lunas y quinientos sesenta tres cometas errantes. ¡¡¡GRACIAS!!! Gracias por todo, sin ustedes nada de esto hubiese sido posible. Nada, con suerte hubiéramos llegado a mojar las patas en la laguna de Chascomús, apenas eso. Y no exagero porque ustedes, los amigos, los hermanos, los anónimos, los padres y la gran familia del camino, fueron y son todo. Fueron y son techo, familia, plato, mano, sostén, sonrisa y combustible para nuestras almas inquietas. Fueron y son escuela para nuestros corazones y cabezas ambulantes. Fueron y son espejo, donde nos vemos reflejados y aprendemos (a los tumbos) quienes queremos ser. Que queremos ser, como mejorar, como mirar adelante sin sentirnos vencidos nunca, como abrazarnos a todo y a todos para volvernos una sola cosa. Porque si antes de salir, sospechábamos que estas cosas deben ocupar un sitio importante en nuestra existencia, hoy estamos seguros de ello. De que la vida es grande como la América. De que no debemos conformarnos con un poquito, con ese hombre chiquito que muchas veces creemos ser. Porque somos hombres gigantes.

Gracias a la Citronave, que nos trajo hasta los confines boreales del mundo. Despacito, también a los tumbos, con su diminuto motor e infinita actitud. Rodando desde la Patagonia, y con sus cuarenta pirulos encima, superó todos los caminos, todos los obstáculos, todos los achaques de viejo, permitiéndonos cruzar esta línea que significa tanto y tan poco al mismo tiempo. Una línea que fue meta lejana y hoy es presente. Una línea que mucho más allá de ser frontera geográfica que nos empujó a desplazarnos a través del espacio y el tiempo, nos obligó a superarnos mil veces. Nos obligó a ser pacientes, a ver lo que nos rodea y para adentro también. Nos obligó a usar la cabeza y el bobo día tras día. Y después de tanto usarlos, sentimos hoy, que ambos se han vuelto más grandes y más fuertes. Más felices y libres, alivianado esta dura tarea que es respirar.

Gran familia americana, de cada quien nos hemos quedado un pedacito, sabrá disculpar aquel al que le hayamos quitado aquello que no tenía intención de soltar. Todos nos han enseñado, y entendemos que el gran triunfo no es haber llegado a Alaska, sino haber aprendido tanto. Porque tanto de lo que sospechábamos ahora lo tenemos por seguro, y aquello que siquiera imaginábamos también se hizo realidad. No es cosa menor descubrir de que se está hecho. Porque siendo nosotros gente común, sin ninguna particularidad, más que la de ser iguales a todo el mundo. Siendo nosotros hijos de familias que han peleado durísimo para que podamos estudiar y “salir al mundo” con la mejor de las armas, que es la capacidad de abrirnos caminos donde muchas veces no los hay. Supimos entender que el mayor obstáculo que podemos encontrar, en este cambalache tan colorido llamado vida, somos nosotros mismos. Recuerden Ítaca y sabrán que la furia de Poseidón, y la brutalidad de los cíclopes jamás habrán de amedrentarnos, si no los conjuramos antes nosotros mismos en nuestros corazones. ¿Y por que no soñar a lo grande? ¿Y por que conformarse con lo que no nos hace sentir en plena felicidad? ¿Y que hacemos con ese fastidioso sentimiento de frustración que de tanto en tanto nos revuelve las tripas? Esas preguntas, alimentaron la decisión de partir a recorrer horizontes lejanos sin saber como, a donde, o cuando. Ellas nos empujaron al camino y nos regalaron un viaje increíble por donde lo miremos. ¿Y que se descubre recorriendo el mundo? Se descubre que todas esas preguntas siguen hoy, tan vigentes como dos años y medio atrás. Ahora tenemos cien mil nuevas metas, mucho más grandes y lejanas que Alaska. Es nuestra responsabilidad y el verdadero desafío, alcanzarlas sin olvidar como alcanzamos esta.

Todos intuimos lo mal que andan las cosas, como nos estamos pisoteando. Lo poco que nos importa lo que no nos toca y peor aún, lo que si nos toca. A nosotros si nos importa. ¿Somos estúpidos o idealistas si decimos que no podemos vivir postergando nuestros sueños? ¿Somos idiotas si decimos que así no queremos? Si decimos que necesitamos vivir inspirados, que para nosotros no hay vida si no es con libertad, si no es con alegría, si no es con dignidad. ¿Somos soñadores que van chocar contra una pared, cuantas veces nos propongamos vivir con la intensidad que la vida amerita ser vivida? No, La Peque y yo nos animamos a escuchar estas voces y no rebotamos contra ninguna pared, al contrario hasta tal vez derribamos alguna (así de tercos somos si se trata de algo importante). Dejamos un amigo en cada rincón que pisamos, y eso nos llena de alegría. Trepamos montañas, acariciamos ríos, compartimos selva con los quichuas y piquete con los mineros bolivianos. Recibimos cien mil caricias en el alma y trescientos mil bocinazos en la ruta. Dormimos en un circo ambulante, y entre seiscientos mil pingüinos, y en decenas de cuarteles de bomberos, y en casas pobres, y en casas ricas, y a un lado del camino, y dentro del auto, o en carpa, o en hamaca. Visitamos islas, vimos incontables culturas y oímos increíbles historias. Pisamos ruinas, comimos hormigas. Volamos en ultraliviano y buceamos en el caribe. Bailamos en Cuba, viajamos con los amarillos, vimos la iglesia de San Juan Chamula y sobrevivimos once días comiendo plátanos verdes o yuca. Viajamos con un vendedor de salchichas, hicimos tortillas y nos volvimos mecánicos. Desfilamos con autos clásicos, cocinamos con fuego y pescamos lenguados con un palo de escoba. Vadeamos ríos, comimos grillos, conseguimos visas en tierras lejanas. Vendimos postales, dimos entrevistas, navegamos con gentes de quince nacionalidades. Cruzamos fronteras, fuimos robados, comimos mucha sopa instantánea, aprendimos a armar la carpa en dos minutos. Vimos Nazca, el Titicaca, el Perito Moreno, San Isidro de Iruya, Chiloé, Potosí, el Tena, el Chimborazo, Medellín, Macchu Pichu, La Paz, Villa de Leyva, Cartagena, Bocas del Toro, Quito, Mal país, Máncora, Ometepe, Tulum, La Habana, Hua-hum, Palenque, el Valle de los Cirios, El Gran Cañón, Chilecito, Yellowstone, Yukón…. No rebotamos contra las paredes, buscamos puertas. Para muchos una falta total de conciencia, para nosotros dos años y medio que valieron por dos mil y medio.

Estamos en Alaska, estamos felices de haber cruzado el continente, estamos felices por ustedes, por nosotros, por lo que fue y por lo que viene. Me gustaría expresar no mi alegría, sino mi deseo. Mi deseo de contagiar a todo el mundo para que cambiemos algunas cosas.

Cuando se tiene un Citro, o lo andamos sin animarnos a llevarlo lejos por miedo a que se rompa, o pensamos en viajar con el hasta Alaska.

Y bueno, no se pongan tristes que acá la cosa todavía no terminó. Tenemos que conocer Alaska, aún hay mucho para ver, mucho que vivir. No tenemos ni una pista de cómo vamos a volver a Argentina, eso será otro gran desafío, pero la idea es volver pronto. ¿Que tal conejillos? ¡Llegamos! Costó ¿eh? Pero estuvo divertido, nos tocó sufrir mucho estas últimas semanas, pero tal como lo dijo el Justiciero Anónimo, esto ya estaba escrito. Ustedes estuvieron increíbles, todos, un millón de gracias. Gracias de esas efervescentes que les hablaba, gracias grandes, muchas veces.

Familia, amigos, anónimos hermanos que tanto nos han bancado a través del blog, generosos americanos del camino, bomberos, pasteleros suicidas, lustrabotas, abogados, curas, cabeceadores de calefones y astronautas de bolsillo: PATADAS NINJAS A MANSALVA, CABEZAZOS EN EL COXIS, CODAZOS EN LA LENGUA, PARALÍTICAS A LA COLUMNA VERTEBRAL, PIÑAS EN LOS HOMBROS; LOS BRAZOS Y LOS OJOS, UNA ETERNA GRAN NELSON, RODILLAZOS EN LA FRENTE Y UN INMENSO ABRAZO. ¡¡¡GRACIAS!!! ¡¡¡GRACIAS!!! ¡¡¡GRACIAS!!!

El cuento de los retenes y las mil peripecias que pasamos para salir de Whitehorse, quedan para otro momento. Hoy es para Alaska. Será hasta la próxima, en el mientras tanto, como ya acostumbramos decir…

¡¡¡¡ARRIVEDERCI E….. BUONAFORTUNA!!!!!!