miércoles, 11 de noviembre de 2009

La siesta de Gregorio Mendel

Nuestro regreso no planeado a Ciudad de Guatemala, tuvo que ver con la confirmación de Citroën para realizar una rueda de prensa y mantenimiento a los frenos de la nave. Así, cuando lo lógico era subir de Cobán al Petén, volvimos a la Capital a través del nuboso, elevado y húmedo territorio sagrado del quetzal, y el caliente bosque espinoso guatemalteco. Ya en la ciudad, se complicó un tanto conseguir un techo. Los bomberos no fueron nuestra salvación esta vez. Nos encontrábamos dando vueltas sin saber muy bien a donde, cuando al otro lado de una avenida, alguien agita sus brazos y nos llama. Resultó ser Pablo Palmieri, periodista y fotógrafo de su propio diario "Diario Viejo". Su proyecto curiosamente publica noticias sucedidas, a veces, una veitena o trintena de años atrás. En fin, finalmente terminó haciéndonos una nota. Entonces aprovechamos para pedirle que nos ayude a solucionar nuestro problema de hospedaje, diez minutos más tarde, teníamos una noche de regalo en un hotelito pintoresco perfectamente ubicado, cerca de nuestra cita del día siguiente en la concesionaria Citroën.
Aquella mañana, nos preparámos para asistir a nuestra cita y tras agregar algo de aceite a la nave, Faca se olvidó de cerrar la tapa. A los dos kilómetros, el humo que salía por debajo del capot, nos obligó a parar y nos encontramos con todo el motor empapado de aceite. Mientras limpiábamos todo con papel higiénico, un periodista que iba en camino hacia la misma entrevista que nosotros, se detuvo y terminó indicandonos el camino a Citroën.
Una vez en el lugar, fuimos recibidos amablemente por David Melgar, el gerente de la marca en Guatemala y poco a poco fueron llegando los periodistas de TV y diferentes revistas de automotores. Tras la pequeña rueda de prensa, donde el Citro fue el gran protagonista, nos arremangamos y empezamos a trabajar con la nave.
Lo de los frenos fue un juego de niños, hicimos cambiar las cintas y regulamos todo al pelo. Cuando todo parecía terminado, comenzó una extensa seguidilla de problemas mecánicos que no iba a tener fin..... hasta.... ¡México! Nunca sabremos exactamente si el incidente del aceite fue el detonane o no, pero al poner a andar el motor, un espeso humo blanco brotaba del escape, y sobre todo, de la respiración del tubo de bajada del aceite. Tras las consultas pertinentes al apoyo técnico de americaencitro en Argentina (Alfredo - Beto - Guillermo), llegamos a la conclusión de que teníamos un aro roto.
Quedábamos obligados a permanecer en la ciudad hasta solucionar el problema. David, generosamente nos ofreció el comedor de la empresa para poner nuestro ya histórico y multiparchado colchón inflable cada noche. En el lugar además teníamos agua potable, mesada para nuestra cocinilla eléctrica (adquirida por 3 dólares en Antigua), y la inmejorable compañía del sereno, Francisco. El taller, las herramientas y un elevador fueron puestos a nuestra plena disposición. Como teníamos un juego de aros (usado, pero en buen estado), Faca se tiró a hacer el trabajo solo.

Un día para desarmar y limpiar, y otro y medio, para armar todo prolijito y poner la nave en marcha nuevamente. Malas noticias, encender el motor, el humo se extendía como una infinita cortina blanca ante nuestros ojos una vez más. ¿Que puede estar funcionando mal? Los aros no pueden ser, estában usados pero al sacarlos en aquel eterno trabajo en Bucaramanga, el auto no hechaba ni una gota de humo. No puede ser, algo más tiene que haber, pero todos coinciden en que el problema son los aros y vamos por un segundo intento.

Entre un arreglo y otro, nos hicimos una escapada para conocer a la gente del Club de autos Clásicos Británico de Guatemala. La nave tuvo buena compañía y nosotros hicimos grandes amigos, que más tarde nos darían una mano para solucionar nuestros problemas. Eric, Jean Louis y Paco, serían nuestros ángeles protectores durante el resto de nuestra estadía en la ciudad.
Jean Louis (francés criado en Argentina y con un acento más criollo que el nuestro), nos hospedó en su casa hasta que dejamos la ciudad. Además nos dio una mano en el taller de otro francés, Eric (restaurador de autos clásicos y coleccionista de toda clssase de bártulos de antaño), que de aquí en más también nos brindaría su ayuda reparando la nave. Finalmente Paco (español), que posee un Citroen 2CV francés, nos donó un juego de aros nuevos de Fiat, que sabía, le andaban al pelo a los pistones del noble corcel.
Otra vez a desarmar, pero ahora, bajo la supervisión de tres expertos en autos clásicos. Como solo no tuve éxito, decidimos contratar a Paulino, el mecánico oficial de la casa para no volver a errar en nada.
Por aquellos días nos reencontramos también con Aymi y Juancho, los locos bahienses que viajan hasta Alaska en una Estanciera de la misma edad de la nave. Aymi escribió un libro sobre su viaje y ahora están esperando que les lleguen los ejemplares impresos desde El Salvador.
La última vez que nos habíamos visto fue en Costa Rica y tenemos muchas cosas para charlar, excelente excusa para comer canelones de verdura de la mano de Aymi y Loli.

Bon apetit. Los cuatro fantásticos nos volvimos a separar, pero pronto llegaría el nuevos reencuentro. Al norte, justo antes de abandonar Guatemala en las ruinas de Tikal.
Pasado el fin de semana, volvimos a poner manos a la obra. Aprovechando los talentos de Eric como restaurador, mientras trabajábamos el motor, la nave recibió algunos recauchutajes extra que nunca están de más. Arreglamos algunas roscas comidas, una de las ópticas y lo más importante, el burro de arranque, que venía fallando desde Nicaragua.

Metidos bien hasta las manos en nuestro viaje, a veces cuando las cosas se ponen difíciles (y así se iban a poner en adelante), comenzamos a sentir el desgaste del que no se detiene nunca. Sin embargo, entendemos que de nada serviría todo esto, sin obstáculos. El primer año de viaje, los dioses soplaron solo vientos favorables y ciertamente nosostros supimos aprovecharlos. Ahora, si lo analizamos objetivamente, los dioses siguen soplando a nuestro favor, pero somos nosotros los que ya no logramos verlo con claridad. Nuestros problemas se resumen a las averías de la nave, pero no hemos pasado anguistias de otro tipo. Nunca nos faltó que comer, siempre conseguimos acurrucarnos en algún lugar para pasar las noches, y siendo nuestra amada latinoamérica una tierra tan "pobre" y violenta, practicamente nunca nos encontramos de frente con el peligro. Averías en el auto ¿son esos problemas? Pues al menos no son problemas graves, solo que nosotros dependemos tanto de nuestro Citro, que la confianza que sentimos al andar, es directamente proporcional al funcionamiento de la nave.
Este viaje que hemos emprendido es una maravilla. La mayor parte del tiempo las cosas no podrían salir de mejor manera, y no hacemos más que disfrutar. Y cuando las cosas se ponen difíciles, se aprende. Se aprende tanto, se conoce tanto y se hacen tantos amigos que cuesta creer si lo que vivimos es real. Cuestionarnos, aún esto, aún este regalo que por algún motivo estamos recibiendo, es nuestra naturaleza. Pero en este último tiempo, me he dado cuenta de que no podemos cometer el error de perder la perspectiva de las cosas. Me proyecto al pasado, y vuelvo a concentrarme en los motivos que nos animaron a emprender este largo camino. Vuelvo a hacerme mil preguntas en ese instante que precede al sueño y una sonrisa invade mi rostro. Camino correcto no hay ninguno, como tampoco los hay incorrectos. Los caminos no son más que una linea a transitar, lo que a nosotros nos sucede en ese tránsito, en ese ser o devenir, eso es lo que realmente importa. Miro a la Peque y me maravillo de lo que ha alcanzado, de lo que ha crecido y de la naturalidad con la que se abre camino al andar. Miro para adentro y no puedo menos que maravillarme una vez más. Miro atrás, y lo mismo. Miro a un lado, o adelante y veo oportunidades, veo una magia difícil de alcanzar y que sin embargo nos transforma con cada segundo que pasa.
No es poca cosa la felicidad, ni es poca cosa el amor.

Eric se toma la cosa en serio. Además nos invitó a almorzar con su hermosa familia. Cada vez que las cosas se ponen peludas, aparecen estos protectores del camino, que nos mantienen de pié.

El pistón de la discordia. Algo increíble sucedió con este pedazo de metal moldeado. Mientras todos concentrábamos nuestras energías y atención en los aros, cambiándolos una y otra vez, él
se las arreglaba para pasar desapercibido. Hoy con el problema resuelto y preparando esta publicación del blog, vemos algo increible. Este pistón pasó por mis manos y las manos de tres mecánicos expertos y nadio vió lo evidente, lo que se alcanza a ver aún en esta fotografía. Sacando la carcomida (vieja y originada en algún momento lejano de la vida de la nave), hay una grieta, una quebradura del pistón que parece imposible haber psasdo por alto. Miren justo al medio en el corazón de la cabeza, a un lado del brillo de la luz. Una linea, una sutura baja y atraviesa toda su existencia. ¿Como puede ser que no lo hayamos visto entonces?

Faca comprueba la luz del aro dentro de la camisa. Los aros nuevos de Fiat, que Paco nos regaló, quedaron con anillo al dedo. No vimos aquel pistón partido y procedimos a asentar válvulas, cambiar retenes y armamos todo con aquellos aros nuevos.

Felices posamos frente a la nave. Jean Louis, Eric y los de Fuego, todos creemos que el trabajo está terminado, pero esto recién empieza.
Nos despedimos de nuestros grande amigos y finalmente abandonamos la ciudad para no volver a regresar. Nuestro destino inmediato esta en Honduras, en las famosas ruinas de Copán, a apenas 10 kilómetros de la frontera con Guatemala.
En rojo marcamos nuestro recorrido en Guatemala. Dos meses deambulando con la nave de aquí para allá. Después nos preguntan ¿por que viajan tan lento? Conocer realmente los paises, lidiar con las averías del Citro y generar el dinero a la vez que andamos. Todo esto, sumado a que no tenemos prisa y nuestro promedio de velocidad no supera los 45 km/h (casi todo el viaje es sobre las montañas, trepando en primera o segunda a 1o y 30 km/h), da por resultado, nuestro ritmo absurdamente pausado.

Dormimos en el pueblo El Florido, del lado guatemalteco. Conseguimos un lugarcito para la nave y armamos nuestra flamante carpa que es un verdadero lujo. La frontera de Honduras, como bien sabrán estaba un poco complicada, con toque de queda de seis a seis, mil camiones retenidos sin poder circular y una sensación de total incertidumbre se respiraba en el ambiente. Lo bueno es que como el pueblo y el paso son muy tranquilos, no había posibilidad de desmadres. Mientras Zelaya y el resto del país resolvían sus asuntos, nosotros pasamos una vez más a Honduras para conocer una de las ciudades mayas más espectaculares que hayamos visto.
La nave se quedó en Guate, no se sella salida del país, ni entrada a Honduras. Solo nos dieron un papelito y pagamos si mal no recuerdo dos dólares cada uno para hacer la movida. Tomamos una pequeña combi y apenas una hora más tarde estábamos en las ruinas.

Lo que destaca a Copán del resto de las ciudades mayas que hemos conocido, es el sofisticadísimo arte que producían sus gentes. El detalle, la belleza y la técnica que se ven en las esculturas, estelas, jeroglíficos y altares de Copán, no compiten con el de el resto de las ciudades. Este arte se eleva por encima de todo lo que hemos visto, y de todo lo que nos quedaba aún por ver. Como bien nos dijo Jose, nuestro arqueólogo de cabecera: Si Tikal es la Nueva York del mundo Maya, Copán es París.
La sensación que genera estar de frente a las estelas que el gobernante Dieciocho Conejo hizo construir, para perpetuarse eternamente, es de absoluta admiración. Más allá de la belleza del trabajo, nos impacta comprender lo poderosos que se sentían estos líderes. Al ver su postura, los adornos, el gran esfuerzo por engrandecer su tamaño y su magnificencia, entendemos el concepto que tenían ellos de sí mismos. Creían ser no mucho menos que dioses, con todas las letras. Se elevaban por encima de la existencia de todo lo demás y mandaban. Era necesario que el pueblo se admirara y creyera en su condición divina, solo así podía ser gobernada semejante cantidad de gente.

Los jeroglíficos en el resto de las caras de las estelas, narran hechos históricos sucedidos durante el gobierno de Dieciocho Conejo y tiempos pasados. La escritura evolucionada, su sistema numérico (el primero en incluir el concepto del 0) y su preciso calendario, prueban el altísimo nivel cultural que alcanzó esta civilización mesoamericana, antes de desvanecerse vencida por sus propios errores.

Muro restaurado por Helmut Koin, el famoso arqueólogo alemán disléxico.

En su esplendor la ciudad albergó a más de 20.000 almas. Los motivos de la caída de esta civilización obviamente siguen siendo discutidos. Los investigadores dicen que los mayas nos tenían un manejo sustentable de los recursos naturales de los que se nutrían. Devastando los bosques que rodeaban las ciudades, no fueron capaces de sostener sus monumentales obras y su sistema de organización social. Todo aquel poderío terminó por colapsar, aplastado por el rigor de la naturaleza que se cobró justa venganza. Interminables sequías y campañas agrícolas nefastas acabaron con el poder de los goberantes que tuvieron que resignarse a ver como sus súbditos perdían sus pasos entre la selva, alejándose de las ciudades, con rumbo a tierras lejanas.

Piensa luego existe.

La Escalinata Jeroglífica cuenta con más de 1.250 bloques de inscripción. Representa una narrativa histórica que resalta los logros de los antepasados de Humo Caracol, decimo quinto Gobernante de Copán.

En la foto se ve uno de los lados de la cancha de pelota. Los mayas concebían al juego de pelota como un ritual. El juego de pelota representa los orígenes del universo y pretende reactivar los mitos de la creación del maíz y otros fenómenos astronómicos. Éste es un rito de iniciación, muerte y renacimiento que legitima la acción militar y el poder político. La lucha (de jugadores, astros o la pelota) puede representar el encuentro entre los gemelos (del Popol Vuh) y los dioses del inframundo. Este juego tuvo diversas variantes según la época y el lugar, por general se utilizaba una pelota hecha de caucho que se golpeaba con la cintura, las rodillas, los hombros y los codos.

Uno de los altares más importantes y hermosos del mundo maya es el Altar Q, de piedra esculpida que representa a los 16 gobernantes de Copán, mandado erigir por Yax Pac en el siglo VI.
Y el payaso de siempre.

Tras la visita, retornamos a el Florido en Guatemala, pasamos la noche en el mismo sitio y a la mañana temprano, emprendimos viaje al norte hasta las ruinas de Quiriguá.
De aquí en más, vayan acostumbrandose a ver piedras, porque quedan aún bastantes por visitar. Quirigúa, Tikal y de allí, a Belice para finalmente entrar en México e ir quedando al día con nuestros relatos.




Y hasta aquí llega el relato de hoy. Quejas y sugerencias a nuestra casilla de correos americaencitro@gmail.com o en este mismo blog. Hoy no les brindamos ninguna frase de Alberto, pero eso no significa que los vamos a dejar con las manos vacías. Justifiquemos el hecho de que hayan perdido tanto tiempo leyendo nuestras paparruchadas, con una frase del más grande de la filosofía griega: "El que no considera lo que tiene como la riqueza más grande, es desdichado, aunque sea dueño del mundo".

¿Adivinan de quien es la frase? Un poco de ayuda, ahí les va su retrato.

¡¡¡Arrivederci e buonafortuna!!!

domingo, 8 de noviembre de 2009

#6; Guatemala (no fue el boxbol, fueron las titas).

La falta de atracción gravitatoria de Panajachel, nos catapultó a la ruta antes de lo pensado. Tras aquella noche en la estación de servicio en la ruta, seguimos viaje a través de las interminables montañas de Guatemala, internándonos poco a poco en el Triángulo Ixil. Esta zona está definitivamente fuera del circuito turístico, aquí nos encontramos con sangre aborigen, otro idioma y costumbres que datan de hace mucho años atrás. La nave se esfuerza en las pendientes que nunca se terminan y tras dos días de viaje, llegamos a nuestro destino (no sin sufrir por nuestro pequeño motor de dos cilindros). Así llegamos a Chajul, un pequeño pueblo de montaña, entramos eligiendo las calles con pendientes menos empinadas para alcanzar la plaza principal. Como siempre, lo primero que hicimos fue acudir al cuartel de bomberos, sin suerte esta vez. De allí a la policía, el convento y la asociación chajulense, nos paseamos por todo el pueblo y nada. Si hay algo que no puede negarse es que los pueblos aborígenes no tienen la hospitalidad a la que estamos acostumbrados, casi siempre es igual. Simplemente no son así y tampoco generamos mayor simpatía al abrirnos paso por las calles colmadas de gente. Si generamos curiosidad y no hay una persona que no se de vuelta al vernos andar. Las calles están sucias, los plásticos y residuos de la modernidad, vuelven a resultar no compatibles con estas culturas (bueno, en realidad nosotros tampoco somos eruditos en el manejo de sofisticada basura que generamos). El cielo gris, cada tanto descarga una tímida llovizna y nos sentimos un poco fuera de lugar, recién entrando en calor. Según habíamos oído, esta fue una zona caliente en épocas de guerra civil guatemalteca. Los campesinos, cansados de la injusticia, el trabajo esclavo y la falta de representatividad, se alzaron contra los terratenientes y por ende contra el poder. Rápidamente se los rotuló: Guerrilleros. Así de fácil se los puso del lado de los salvajes, los ingobernables, intratables, insurrectos, violentos, asesinos, etc, etc... Así de fácil también el mundo los tildó de malos, cuando en realidad solo es gente que quiere vivir tranquila, cultivando su tierra y respetando sus costumbres.
Es interesante encontrarse en estos países con sitios a donde la ley globalizadora, no ha podido doblegar a las culturas y a las gentes del lugar. Un poco se explicará por lo inaccesible del sitio, otro tanto por el carácter de esta gente (influenciado también por esa misma inaccesibilidad). Los descendientes de las culturas mayas no se dejan gobernar, en sus pueblos los que gobiernan son ellos, y según sus propias leyes. Al ladrón, asesino o violador, lo linchan en donde lo agarren, lo atan y lo prenden fuego. Así de sencillo. Ya se, no digan nada, muchos los señalarán como salvajes, como animales desalmados, pero si vemos un poquito más detenidamente el asunto, todos hacemos lo mismo, solo que para ellos la justicia es equitativa y paga el que merece pagar (es un acto espontáneo del pueblo). Nuestros políticos dejan que la gente se muera de hambre, o sin atención sanitaria y los aplaudimos mientras nos mienten descaradamente con los bolsillos llenos. Dejan que nos matemos entre todos, que la delincuencia siga aumentando, que las mentes se vuelvan yermas y nos devoremos anárquicamente. Todo desde el atrio, todo sin mancharse las manos con esa sangre que tanto nos repugna ver. Y nosotros, lo aceptamos mientras no nos toque de cerca, mientras se mantenga prudentemente lejos, unos cuantos metros son suficientes. Pura hipocresía. No defiendo a quienes quitan la vida ajena, a ninguno de ellos, que no se malentienda lo que pretendo expresar. Lo que si quiero decir, es que antes de levantar juicio, señores, miremos un poco para adentro. ¿Animales? ¿Bárbaros? Nada de eso, al menos no más que ninguno de los que aceptamos vivir como lo venimos haciendo, hablando mierda y generando tan poco para mejorar la cosa.
Nosotros llegábamos a ver, a tener una pequeña visión de un mundo tan ajeno al nuestro, y a la vez tan humano.

La tarde entera se nos fue buscando donde parar, y finalmente tuvimos que hospedarnos en un hotel familiar. Un humilde cuarto, con camas de elásticos vencidos y sábanas gobernadas por las pulgas, una ducha fría y un patio donde guardar la nave. Justo lo que veníamos a buscar. Las calles empinadísimas y estrechísimas nos obligaron a hacer mil maniobras para guardar al Citro en su lugar. Lo bueno, poquito a poco, nos fuimos acercando a la familia dueña del hotel, que nos permitió ingresar a su cocina para preparar nuestra comida.
Aquí no hay dudas, las que mandan son las mujeres, que además se llevan la parte más dura del trabajo. El fuego no se apaga en todo el día, la olla con el maíz hierve eternamente sobre las llamas que dibujan volutas caprichosas en el aire. La conversación en Ixil es tan inalcanzable para nosotros, como los secretos que nos están prohibidos por el hecho de venir de afuera. Alguien nos dice que las tres piedras que sostienen la olla, son mucho más que eso, hablan de una cosmovisión, hablan de espiritualidad y de un pasado rico en historias y costumbres, pero aún preguntando, aquí nadie dice nada. El ambiente es oscuro y el humo ha teñido las paredes, nos convidan tortillas recién salidas del fuego, matamos el hambre y extenuados nos vamos a dormir.

Los pollos deambulan por las calles, comiendo lo que encuentran. Para identificarlos, sus dueños los tiñen de colores. El pollito punk fosforescente no es un pollito rebelde que busca llamar la atención, todo lo contrario, es un pollo doméstico común de firmes bases familiares y un fuerte sentido de la estética aviar.

A la mañana siguiente, salimos a las calles. Las mujeres van de aquí para allá con un pote de maíz hervido sobre la cabeza y muchas veces también una guaguita (bebé) colgando de la espalda. En el molino cambian el grano por masa y vuelven a las casas listas para tortear. El maíz o elote, es la base alimentaria de estas comunidades, no existe comida que no se acompañe con tortillas. Es llamativo también lo colorido de sus prendas, sobre todo porque no se relaciona muy bien con el carácter de la gente. Más allá de todo juicio, es hermosísimo ver los diseños y el trabajo de las mujeres, hecho con telar de cintura bajo los aleros de las casas castigadas por el inexorable paso del tiempo. Los chicos nos gritan algo al pasar, se burlan de nosotros y nos persiguen. El pueblo no descansa, desde temprano el mercado es uno de los puntos de encuentro y la actividad en las calles no cesa ni aún a la hora de la siesta, que no parece ser una costumbre por estas tierras de altas montañas.

Ya en la plaza, los chicos comienzan a ganar confianza y juegan a nuestro alrededor. No podemos dejar pasar la oportunidad para divertirnos un poco nosotros también.

Faca repite los únicos cuatro trucos de magia que conoce una y otra vez, durante media hora ante una multitud de niños que miran sin comprender de donde salió este extraño tipo. Como siempre la cosa terminó descontrolada, con los chicos encima del mago que con un par de gritos serenó los ánimos, para así evitar conflictos. Los padres son muy celosos de sus hijos en estos pueblos, y un manotazo mal dado o un chico llorando pueden ser un problema serio siendo nosotros "gringuillos".


Los días pasan y nos sentimos cada vez más habituados al lugar, y a la gente. Nuestra familia (increíblemente no nos dimos cuenta de tomarnos una foto juntos), nos ha abierto las puertas de su casa y compartimos las comidas. Loli intenta tortear y las mujeres se matan de risa viendo como las tortillas se le desarman en las manos. Parece que es imposible para nosotros gastar en hospedaje, ahora que pagábamos la habitación, las mujeres nos compraron bijoux y terminamos ganando plata durante nuestros cuatro o cinco días de estancia en Chajul.

Decidimos internarnos más aún en la montaña y visitar un pueblo más pequeño, Santa Avelina. Allí a través de la asociación chajulense nos pusimos en conacto con Antonio, un productor de café que nos esperó en la plaza principal y nos llevó a visitar su finca y la finca de un amigo. El clima es ideal para la producción, fresco y húmedo, caminamos por las callecitas embarradas mientras cargamos nuestras pesadas mochilas. Las piernas no responden y empiezo a sentirme mal, apenas puedo mantener la atención en los comentarios que Antonio hace. Aún así puedo darme cuenta de que está convencido que somos inspectores o algo semejante. El hecho de que yo sea ingeniero agrónomo lo confunde aún más y se esfuerza por demostrarnos lo bien que trabaja su finca. Todo orgánico, todo en ley.


La esposa de Antonio, usa su mortero de piedra para preparar el ají, tal como se acostumbra allí desde hace cientos de años.

Al bajar a su casa, su esposa nos espera con boxbol; una típica comida de hojas de zapallo hervidas, envolviendo una masa blanda de maíz, con las pencas del zapallo y ají picante. Comemos y comemos toneladas de boxbol, cada vez me siento peor, pero no quiero ser descortés rechazando el alimento que nos han preparado. Café de la casa y a caminar nuevamente. Nosotros pensábamos quedarnos uno o dos días en el pueblo, por eso viajamos con carpa, bolsas de dormir y otro tanto de cosas que ahora debemos cargar por la montaña para llegar a los cafetales. Cada vez me siento peor y cuando termina la visita y paramos una camioneta en el camino, me siento aliviado. Esta vez si recibimos la hospitalidad, compartimos un poco de todo esto que no deja de tener un sabor tan distinto, un sabor de autenticidad, de simpleza y humildad como aquel que nos dejó la selva de Ecuador y la hermosa gente de Río Blanco, un tiempo atrás.

Antonio posa en sus cafetales, nunca entendió porque estábamos ahí, quienes éramos y que buscábamos. Nosotros nos cansamos de decirle que solo teníamos la curiosidad de conocer, pero al venir recomendados por la asociación chajulense (que nuclea y recibe el café de todos estos productores) él se sentía obligado a demostrar que sus trabajos estaban en regla.


Volviendo a Chajul, nos levantó en un cruce, un médico local que había estudiado en Cuba. Le contamos lo mal que me sentía y nos dijo que pasemos a verlo por la salita. Así lo hicimos pero el no estaba. Otro doctor me revisó y me dijo que la descompostura se me iba a pasar solita, solo me dio sales rehidratantes que de poco sirvieron. Esa noche fue un desastre. Casi no dormí y me la pasé en el baño. Sin fuerza alguna, a la mañana siguiente volvimos a la salita, y esta vez si, vieron que la cosa era seria. Estaba tan deshidratado que no me encontraban las venas para meterme suero, seis pinchazos hicieron falta, ya para el último habíamos acordado con el doctor que si no lo lograba, me dejara así. Finalmente pudo enchufarme la aguja en una vena y me metieron un litro y medio de suero. El resto del día, la Peque me cuidó y me la pasé en la cama. A veces pasa esto en los pueblos aborígenes, ya que no estamos acostumbrados y no tenemos las defensas que ellos tienen, contra los bicharracos que por allí pululan.

Al día siguiente antes de partir, le regalamos a la familia nuestra vieja carpa, ya que en Ciudad de Guatemala, Jóse nos hizo un súper regalazo y nos donó una nueva de lujo. Armamos la vieja carpa para enseñarle a la familia todo el procedimiento y quedaron encantados. Nos terminaron regalando las últimas dos noches y nos despedimos con invitaciones para volver cuando queramos. Se repite la historia, lo que al principio parece imposible, con el tiempo, respeto y buenas intenciones, se logra, y el premio es el más hermoso.

Con las fuerzas repuestas, volvemos a las carreteras. Ahora nos dirigimos a Cobán. La puerta de las Verapaces. De allí nos movilizaremos a varios sitios que nos interesa conocer. El camino sigue poniendo a prueba a nuestra nave y a nuestras vejigas, por eso toca parar cada tanto para estirar las patas y reponer ánimos.

En una zona derrumbada del camino, nos toca tomar un desvío improvisado. No se ven en la foto, pero las pendientes eran tan pronunciadas (y encima de tierra suelta), que en varias oportunidades tuvimos que entrarles dos y hasta tres veces. La Peque a caminar, bolsos y peso trasero abajo, esa fue al única forma de subir.


Ya en Cobán la cosa se pone buena. Las muelas que Sebastián (amigo de Jose), generosamente nos había tratado sin cargo en Ciudad de Guatemala seguían molestando, y cada vez más. Por eso Seba nos puso en contacto con Henley, un colega de Cobán. Tratamiento de conductos para todo el mundo y asunto resuelto. Henley otro groso, que nos cobró baratísimo mi tratamiento y nos regaló el de la Peque. Ya habíamos pasado por el cuartel de bomberos y teníamos casa asegurada, pero mientras estábamos en lo de Henley, pasaron unos chicos por la calle, y al ver a la nave empezaron a gritar buscándonos. La Peque bajó y así conocimos a Karla, Pancho y la pandilla de los Volkswagen.


Pancho, Karla y Melissa, nos invitaron a su casa durante unos cuantos días. Además de compartir su casa, nos integraron a su club de Volkwagen, conocimos a sus amigos y a su familia que resultó ser más que especial. Nos mimaron muchísimo, nos llevaron de paseo por todos lados y sacando el Brasil 3 Argentina 1 (con Pancho vistiendo la camiseta de Brasil) aquellos días fueron perfectos. La familia Archila resultó tener una gran historia y fuerte tradición en la recolección, clasificación y salvataje de cientos de especies de orquídeas que poco a poco van perdiendo su hábitat debido a la explotación forestal que gana terreno. El abuelo de Pancho fue el precursor y sus hijos lo sucedieron. En su inmensa colección tienen cientos de especies aún no conocidas por el mundo científico y otras tantas ya clasificadas, muchas de ellas pertenecientes al género que en su honor, lleva el nombre de archilae. Sin esperarlo, nos vimos inmersos en un mundo fascinante donde las que mandan son estas bellísimas y particulares flores.

Las orquídeas son plantas muy evolucionadas que combinan colores, trampas mecánicas, secreción de olores y demás tretas, para atraer a sus agentes polinizadores específicos. Relamente, un mundo maravilloso y lleno de trucos inesperados.

Desde las miniaturas (del tamaño de una cabeza de alfiler) hasta las más imponentes, el factor común de estas flores, es su increíble belleza.

Según nos cuentan por estas tierras, la tan famosa vainilla es una orquídea. Tomá mate.

Algunas se asemejan a finas damas con suntuosos adornos.


Otras a torpes juglares.


Pancho, Dani y los de Fuego, posan en la cima del santuario que los Archila están creando para salvaguardar muchísimas especies de orquídias y del sotobosque guatemalteco.

Karla y Melissa acompañan al cantor de las pamapas.


Tabicados, con sus hifas, tan viejos los hongos, capaces de lo que pocos pueden.



En Cobán hicimos un mantenimiento a la nave, con cambio de aceite incluído. De allí salimos a nuestro primer paseo, Las Cuevas de la Candelaria. Toda la península de Yucatán es como un gran queso gruyere. Su formación se realizó bajo el agua, en el mar caribe y en realidad son depósitos calcáreos de millones de años que emergieron a la superficie. Es esta piedra tan blanda, que el agua la erosiona con facilidad y los ríos entonces se vuelven subterráneos. Toda la península poseé cenotes y ríos que por tramos puden ser navegados dentro de las cuevas que van formando. Este es el caso de las famosas Cuevas de la Candelaria, un mundo subterráneo mágico y oscuro.




La Peque y nuestra guía que no podría haber tenido un nombre más oportuno; Candelaria, dentro de las cuevas.

Primero visitamos la cueva seca, plagada de estalactitas, estalagmitas y formaciones surreales. Por momentos la luz desaparecía absolutamente y la cueva cobraba vida, con sus ecos y extraños sonidos del agua que se filtra por todos lados, moldeando eternamente sus espacios.



Alone in the dark.


Extrañas formaciones subterráneas que se ven apetitosas, pero no los son.

Dejamos atrás las cuevas y el próximo destino era la Laguna de Lachuá. Un espejo de agua turquesa perfectamente circular en medio de una selva de gran biodiversidad. Pero teníamos que hacer noche antes y los Archila, Pancho padre más exactamente, nos puso en contacto con las monjitas de Talita-Kumi. Allí nos recibieron las niñas con cantos de bienvenida, nos destinaron una habitación y nos invitaron a compartir la cena.


Buenos amigos del camino, a cada paso nos ofrecen una mano desinteresada que hace posible nuestra travesía por tierra hasta Alaska. Les estaremos eternamente agradecidos.
Fueron dos noches en verdad, ya que al regreso de Lachuá, volvimos a la escuela de las monjas quichés, donde nos recibieron con los brazos abiertos una vez más.
Como el camino a Lachuá era largo y sobre todo estaba horrible. Decidimos dejar la nave en el colegio y hacer dedo. Un vendedor de salchichas y fiambres, nos levantó y nos dijo que iba hasta la laguna y más allá aún, pero debíamos parar a ver algunos clientes en el camino. Nos amontonamos en la cabina de la chata y ¡adelante! El camino realmente estaba imposible, nosotros volábamos en la camioneta, ya que Elder le tenía miedo a algunas zonas y llegamos a la entrada de la laguna en un par de horas, previa descarga de unos cuantos paquetes de salchicas aquí y allá. La caminata por el sendero en la selva fue de aproximadamente 40 minutos hasta la laguna y otros cuartena hasta la zona de baño.


La selva guatemalteca es de la más ricas que hemos visto en cuanto a biodiversidad de especies.

Y extraños radares fúngicos, abundan en aquellas latitudes.

Los guardaparque no te permiten bañarte en el primer sitio al que se llega porque dicen es zona de cocodrilos. ¡¡¡¡Taaaaaanto cocodrilo va a haber!!!! Sabiendo que algún visitante puede pasarse de listo y hacer caso omiso de sus recomendaciones, han dejado allí en custodia de sus reglas a Dionisia.
Este elocuente lepidóptero, persuade a los potenciales bañistas, de no exponerse a los peligros ocultos que yacen bajo la inmóvil superficie del espejo de agua.

Acá no, o los cocos te comen.

"La mayoría de la gente se avergüenza de la ropa raída y de los muebles destartalados, pero más debería ruborizarse de las ideas andrajosas y de las filosofías gastadas."

La cigarra Berta no quiere ser menos que Alberto y escupe: "A falta de pan, buenas son las tortas".
Nada mal para una cigarra.
En medio de la selva, se encuentra solitaria y hermosa. Lachuá es otro de los tantos tesoros que Guatemala tiene para ofrecer. Chapuzón, nachos con jamón Bremen y a volver. Quedamos con Elder que nos encontrabamos en la entrada nuevamente para el regreso, y así sucedió. El día redondito, llegamos a Talita-Kumi y a la mañana siguiente, vuelta a La Candelaria a saldar una cuenta pendiente.

La idea era navegar el río subterraneo con gomones,
pero la primera vez que estuvimos ahí, no tenían ganas de llevarnos, asi que volvimos a por más. La experiencia es espectacular. Te metés en el río con el gomón y dejás que la corriente te arrastre. El recorrido total del río es de 30 kilómetros de los cuales solo se hacen tal vez tres o cuatro, que están bajo el cuidado de una comunidad Quiché. Fue algo surreal, apagamos las linternas y en plena oscuridad sentíamos a los murciélagos volando sobre nuestras cabezas. Obviamente no hay fotos ya que no se puede llevar la cámara sin estropearla. Pero la experiencia es más que recomendable para todos aquellos que vengan a conocer Guate.

Lo que no es tan divertido, es cargar el gomón a pié durante varios kilómetros por la selva de regreso.

Cada quién adopta la técnica de carga que más cómoda le resulta.
Hicimos un paso relámpago por Cobán para ver Argentina - Brasil (grave error) y de vuelta a las rutas.

Antes de entrar al taller de pintura, la Nucita (el bocho de Karla), fue autografiada por todos los miembros del club de "fusqueros" de Cobán. A su lado el citro toma aire para lo que viene.
Calcomanías de americaencitro pa´ todo el mundo. Todo gracias a la generosidad de nuestros amigos de StickersShop de Cobán.
Nuestra siguiente visita fue a Semuc Champey. Nuevamente bajamos de la montaña, aunque sin abandonar la Alta Verapaz, para conocer uno de los lugares naturales más hermosos de todo el país (y eso es mucho decir). El camino fue un poco más tranquilo, salvo el último tramo hasta Lanquín, donde definitivamente bajamos hasta el nivel del río y el asfalto cedió terreno a la piedra.

Semuc Champey es una loquera (diría Jose). El río Cahabón viene bajando furioso de la montaña con su imponente caudal, hasta que sin mayores preámbulos, se mete bajo la tierra y desaparece. Allí se forma un puente natural de piedra caliza de 300 metros, que a la vez posee varias pozas de aguas cristalinas y un color verde turquesa increíble.

Por si fuera poco, todo está rodeado de un frondoso bosque tropical.

El sumidero es el sitio donde el río se vuelve subterraneo. Su potente caudal y lo blando de la roca (como veníamos hablando) es justamente lo que permite esta clase de fenómenos.

El sumidero.

Si te caés acá, no la contás.

Esta es la vista del puente con las pozas desde el mirador. Por debajo de esto está pasando el río. Sólo para que tengan una idea de la belleza del lugar, les contamos que esta foto la tomamos en un día nublado y con poquísima luz, ya que estaba a punto de oscurecer. Subimos al mirador y bajamos en tan solo 35 minutos, cuando se suponía que era un sendero de una hora y media. Era eso o perder el último colectivo a Lanquín, donde hacíamos noche y teníamos la nave.
La idea era conocer las grutas de Lanquín antes de regresar a Cobán, pero una espontánea pelea marital en la mismísima entrada a las cuevas, nos depositó en la ruta, con un humor de perros antes de lo pensado. En dos patadas, estábamos en Cobán por tercera y última vez.
Pero ahora nos tocó mudarnos a la comodidad del Hotel Carlos V de Victor y Roxana. Este matrimonio leyó una nota que nos hicieron en un diario de Ciudad de Guatemala y nos escribieron un mail invitándonos a su hermosa posada. Mejor no nos pudo venir, ya que Pancho y Karla se habían fugado inesperadamente a Costa Rica (igual, con varios contactos para nuevo hogar y una tierna carta de despedida) para un encuentro de bochos y necesitábamos casa nueva. No sólo disfrutamos de la compañía de Victor y Roxana y de la comodidad de la cama matrimonial. El omelette Carlos V, que degustamos a la mañana siguiente durante el desayuno, difícilmente sea olvidado por este par de apuestos viajeros.

A toda la gente de Cobán ¡Mil gracias! Nos hicieron sentir súper queridos y como en casa. Ojalá volvamos a vernos en Guate, o porque no, en nuestra tierra gaucha.
Abandonamos Cobán, y en lugar de seguir camino a la selva del Petén como lo habíamos planeado, volvimos a enfilar hacia las eternas montañas que nos conducirían pasando por el bosque espinoso y el ecotono del quetzal, hasta la capital chapina.
Allí nos esperaban viejos y nuevos amigos, fama, fortuna y también infortunios, pero todo eso, pa´ la próxima.
¡Unas cuantas patadas ninjas y chau!
¡Arrivederci e buonafortuna!
Lo que se viene.... lo que se viene...





¡¡¡¡EEEEEEEEEEPAAAAAAA!!!! ¡Cuanto glamour para la nave!