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lunes, 14 de septiembre de 2009

Sabor y sabiduría al precio más conveniente

Va a haber que galopar bastante todavía para llegar a Guatemala donde en realidad nos encontramos. Escribimos desde nuestra habitación improvisada en el comedor de Citroën en la capital Chapina, Loli prepara un guiso de lentejas y yo aprovecho la no tan tranquila tranquilidad de la noche para dejar volar la cabeza. Mañana se conmemora, 188 años después de haber sido conseguida, la independencia del pueblo gutemalteco. Aún faltando pocas horas para que amanezca el 15 de Septiembre, parece que los chapines no consiguen contener su patriotismo, o los deseos de enfiestarse (tal vez un poco de cada una). Desfiles interminables de estudiantes, bandas de vientos que no paran a respirar ni por un segundo, caravanas de antorchas vestidas de gala, bocinazos, gritos y el celeste y blanco cubriéndolo todo, son el marco de esta noche que amenaza con llover, pero se aguanta el agua en las nubes y se hermana con los fervientes patriotas. El feriado nos verá madrugar. No será a las seis de la matina, ni para desinflar el colchón y habilitar el sitio de desayuno de los trabajadores. Desgraciadamente anoche el burro de arranque volvió a palmar y hay que ver si lo resucitamos antes de salir para las ruinas de Copán en Honduras. Aún peor, se nos rompió un anillo y estamos humeando de lo lindo. Hasta no solucionar el asunto, no hay viaje.
Si, si, lindo, todo muy pintoresco, pero nuestro relato de hoy nos lleva lejos, muy lejos de esta realidad de quetzales fosforescentes, a las cálidas playas del norte tico.

Tamarindo está situada aún en suelo costarricence. Si, así de vagos estuvimos, tenemos que retornar unos dos o tres mil kilómetros atrás, para retomar el hilo de nuestro periplo. Aquí no se pierde nada señores. A escasos kilómetros de la frontera con Nicaragua y sobre la costa pacífica, realizamos nuestra última parada en suelo tico.
Apenas llegados nos encontramos con playas extensas, bañadas por cálidas aguas de aceptable transparencia y hordas cuantiosísimas de pichones de surfers, ocupando todo el espacio y respirando todo el aire. Sin rodeos encaminamos la nave en busca del Hostel de Wense. El gran Juan Cruz Nefi, incluso antes de salir de Mar del Plata, nos dijo “cuando lleguen a Costa Rica, vayan a Tamarindo que ahí tengo a un gran amigo que los va a estar esperando”. Así lo hicimos y pronto dimos con el Hostel “La Oveja Negra”. Wense no nos estaba esperando, pero al toque nos destinó un par de camas. Conocimos a Seba (su socio) y a mil argentinos más, que andan pululando por ahí. La cosa empezó bien.

No nos sacamos ni una misera foto con Wense y Seba. No busquemos culpables.... o mejor si hagámoslo. Culpemos a la gran cabeza de toruga, que aparta demonios del infiero para torturar la ya mísera e insegura existencia del microscópico Ralph, desde su mesa de luz. Lo cierto, Wenses y Seba se portaron super bien con nosotros, y nos hospedaron durante las cuatro primeras noches en su Hostel de lujo.

Intentamos vender un poco de bijoux en la calle, pero el billete se nos volvió esquivo. De todas formas la ecuación resultó favorable y en lugar de buenas ventas, pescamos buenos amigos.

Guchi, es otro marplatense exiliado que nos llenó de calcos el auto, nos vistió con remeras de “Banana Surf Club” y hasta nos inició en las artes del surf. Pensar que en Mar del Plata no tocábamos una tabla ni por casualidad. En fin, el lugar lo ameritaba y dimos entonces nuestros primeros pasos en el húmedo e insustancioso mundo de las ondas oceánicas.

Obviamente la foto no estuvo tan mal encuadrada en su concepción. A la derecha de Guchi estaba Loli, que justificó la tijereteada diciendo que la cámara no logró captar su glamouuuuuuuuurrrrr natural (o sea se veía fea). ¡Como si tal cosa fuera posible!

La incalculable cantidad de gauchos que deambulan por estas tierras, nos hicieron sentir como en la pampa misma (solo que en lugar de empanadas y facturas, ingeríamos frijoles y tacos).

Dos marplatenses más y vannnnnn...... Mati (capitán autoproclamado del Seleccionado Boliviano de Surf), y Javi (mecánico oficial de americaencitro). Los chicos paraban en La Oveja y compartimos todo menos la cama en aquellos días de lujuria.

Por la mañana, salíamos todo el Seleccionado Boliviano de Surf, encabezado por nuestro capitán, a playa larga, cruzando a nado el gran estero correntoso, para intentar domar las olas. Por la tarde, las ventas se nos seguían negando y los nuevos amigos caían, uno tras otro.

Pasados unos cuatro días conocimos a Caro y Toni, dos compatriotas autoexiliados de la locura de la capital porteña, a la tranquilidad de las costas del océano Pacífico centroamericano. Los chicos nos hospedaron en su casa durante casi una semana y así pudimos devolver a Wenses y Seba sus camas y la rentabilidad de su negocio. En la nueva casa si nos dimos varios lujos: asado la noche de la bienvenida (con la gran revelación de la técnica del volcán para encender el fuego), pizzas de los de Fuego, gloriosas milangas con puré, pastel de papa, ñoquis con champis, helado, chocolates y skittles para redondear un raid gastronómico sin precedentes en estos 20 meses de viaje.
El broche de oro fueron las dos grandes ventas de bijoux que hicimos gracias a la visión empresarial de Caro. Ella misma eligió unas cuantas piezas para su negocio (incluyendo un diseño exclusivo realizado por Faca en aquellos difíciles días de Bucaramanga. “El Republicano”, un collar de caída dura, pero de gran presencia y potencia glamorosa) y nos llevó donde Deborah, una amiga (argentina para variar), que nos hizo otro pedido enorme.

Caro y Tooooooooooonnnnniiii, dos grandes. Pocas veces nos sentimos tan cómodos e identificados con otros homo sapiens. Solo aquella vez, pero se trataba de una familia de homo erectus. ¡¡¡¡Ruuuuusticoooo neeeeneeeee!!!! ¡¡Gracias chichipíos!!

Mery y Caro. Acsoluta (con C) y auténtica belleza criolla.

Así concluyó nuestra visita a Costa Rica, a lo grande. Una mañana, contra todos los pronósticos, y hasta contra nuestra voluntad, hicimos lo que mejor sabemos hacer: nos subimos al citro y nos fuimos lejos para no volver jamás. Bueno, suena más trágico de lo que fue. Los chicos nos invitaron a desayunar, nos despedimos felices y nos alejamos haciendo sonar los dos cilindros de nuestra nave.

Llegamos a Nicaragua rápido, en la frontera muchísima gente corría alrededor de la nave y todos trataban de ver si nos sacaban un peso de alguna forma. Nos tuvieron un buen rato, su técnica es hacer que uno pierda la paciencia y pague a alguien para que agilice el trámite. Como nosotros no andamos apurados y tenemos más de 10 fronteras encima…. Esperamos a que se convenzan de que no ibamos a garpar nada y pasamos chiflando bajito.


“El molino” Su soledad durará lo que dure su vida.

Una gran lluvia nos escoltó durante todo el camino (de excelentes rutas asfaltadas), hasta San Juan del Sur. Allí nos cruzamos casualmente con Martín, un amigo de un “amigo” de Argentina, y su novia francesa, Brigitte. Justo estaban de salida y tras una breve charla fuimos a buscar alojamiento en …… donde siempre…. El cuartel de bomberos. Inflamos el colchón y pasamos la noche en una habitación que nos prestaron. A la mañana siguiente los mosquitos nos habían chupado casi toda la sangre del cuerpo, pero seguíamos con energía suficiente y partimos hacia la hermosa isla de Ometepe, en el gran lago de Nicaragua. Desde la entrada misma a Nicaragua, se pueden ver los dos grandes volcanes que forman la isla, como dos gigantes que están remojando las patas en el lago.

“El Ferry” (con gordo y todo).
Subimos la nave a un ferry y una hora más tarde ganábamos los caminos de la isla.

“El bucle” (Metamorfosis elemental en seis etapas ligeras. Loli, Lenin, Lacant, Legrad, Lendel y Loli nuevamente).

Los alineadísimos adoquines iniciales del camino eran solo una pantalla. La realidad se nos reveló minutos después, cuando tomamos la vía que conduce al las faldas del Volcán Maderas. El camino fue un suplicio: cráteres lunares, piedras sueltas y lomadas destruidas disminuyeron nuestro ritmo y nos demandaron unas cuantas horas para ser transitados. En ese momento, maldijimos el instante en el que decidimos pasar a la isla con auto y todo.

“La bicicleta” (Niños sin cabeza).

Tras dar algunas vueltas, fuimos a dar a una de las tantas escuelas que se ven en el camino. Hablamos de nuestro viaje y acordamos intercambiar cartas y charlar con los chicos al día siguiente. Nos habilitaron un salón para el colchón inflable y bajamos a la vera del lago a comer unas repochetas (plato típico de masa de maíz, cubierta con queso tipo ricota, cebolla, repollo, frijol colado y zanahoria).

¡Llevo dos docenas por favor!

En la isla el ritmo de vida es tranquilo. Los chicos corren por todos lados y sus padres se dedican principalmente a la agricultura o la pesca. Un dato curioso, es que este es el único lago de agua dulce del mundo que tiene tiburones. Aparentemente, un río comunica al lago con el océano y estos escualos se adaptaron bien a las condiciones de vida que el espejo de agua dulce les ofrece. Los hay enormes dicen, pero claro, ya no en el número que solían encontrarse

Sepia el lago sin reflejo alguno, sepia su pesar.

“Murillo y Faca. Piensan luego existen”

Tras tantos días en Costa Rica, nos empieza a picar la conciencia y queremos hacer kilómetros, por eso nos apuramos a trepar a la gran cascada del volcán por la mañana, pasamos el resto del día con los chicos en el colegio y volvimos a tierras continentales a la mañana siguiente. Sufrimos nuevamente para alcanzar el ferry de regreso. El camino estaba tan malo que temíamos romper algo del auto y quedarnos tirados en medio de la isla sin posibilidades de arreglo. Por eso fuimos y vinimos muy despacio, la gente se moría de risa cuando nos veía andar casi a paso de hombre y los chicos como siempre, no perdían oportunidad para corrernos carreras de a pié, ganándonoslas en esta oportunidad (malditos mocosos bípedos).

Ayer colectivero, hoy amo entre los amos….. con su Peque….

“Efecto dominó” (A la Peque se le ocurrió enseñarles a hacer unas pulseritas a dos nenas y regalárselas).

“El árbol” 1864.

“La Equilibrista”
De su equilibrio depende su existencia. Le estorbaban las ideas y las dejó en el suelo junto un montón de hojas podridas. Le estorbaban los ojos y los guardó en su bolsillo izquierdo, que necesitaba remiendo. Le estorbaba el yo, y ya que estaba, lo dejó caer junto al ello y el súper yo. El súper ello huyó antes de que Freud lo destripara vivo, y por eso asistió mudo a la escena, sin ser siquiera imaginado por ella (aunque dudaba de su propia existencia). ¿Los zapatos para qué? ¿Para que el concepto del bien? ¿Y el del mal? ¡Todo afuera! Liviana es más fácil alcanzar el cielo y hacer equilibrio. De su equilibrio depende su existencia. ¿Los zapatos para qué? Se despojó de su lengua que era demasiado húmeda y demasiado rosa, y alcanzó la cima en silencio. ¿Los zapatos para qué?

“Clase de geografía sobre la nave”
La nave zarpó y todo lo que vimos fue agua y las siluetas de los volcanes que se perdían en la eterna bruma de la isla.
Un clásico de nuestro andar. Cada noche fuera de casa, hay que inflar el colchón. Solemos hacerlo con el escape de la nave, el problema es que por cada pinchadura que le tapamos aparecen tres nuevas y amanecemos en el suelo por la mañana. Los gases lejos de ser mortales, solo disminuyen nuestras capacidades intelectuales y motrices.
Si esto sigue así como así, ni una triste Morpha quedará.
Teníamos ahora dos posibilidades, seguir viaje al norte, o volver sobre nuestros pasos y ver si encontrábamos en San Juan del Sur, a Martín y Brigitte nuevamente. Nos habían dicho que podíamos pasar unos días con ellos en su casa frente a la playa y no pudimos resistir la tentación. ¡Pa´l sur de nuevo!
Brigitte que es francesa, estaba encantada con el du chevaux (dos caballos) y quería a toda costa que bajemos a su casa en Ostional, a Martín se lo veía más preocupado y pronto entendimos por qué. Nos pidieron que nos adelantemos mientras hacían compras en el súper. El camino de tierra empezó movidito, poceado y duro, después llegaron las pendientes, luego el río (Brigitte, que ya nos había alcanzado, saltaba de la felicidad, cámara en mano mientras la nave se hacía anfibia una vez más) y finalmente unas trepadas que parecían imposibles. Ellos con su doble tracción y nosotros con nuestra nave todoterreno, hasta llegar a la casa en pleno acantilado. Afortunadamente, con los ajustes que Javi nos hizo en Costa Rica, la nave superó la prueba exitosamente.
Apenas vimos el lugar, supimos que el castigo había valido la pena. Tan al sur volvimos que desde el deck de la piscina, teníamos una vista alucinante de la bahía y de Costa Rica, una vez más. Estábamos en el medio de la nada, con compañía de lujo y una habitación con una cama más ancha que larga, solo para nosotros.
“Las muelas del mundo” (Obra odontológica inconclusa).

La lluvia amenazaba con chaparrones aislados, sobre todo por las mañanas, y nosotros bien sabíamos que nuestra salida dependía pura y exclusivamente de lo que ella dispusiera. No tanto por el nivel de río, si no por la tracción en las trepadas.
Nos relajamos y pasamos cuatro días memorables a pura lectura, charla, comida, pintura, guitarra, caminatas, piscina y naturaleza. Al fin sirvió de algo tener que fingir la amistad que nos une al polémico Don Fró (alias Dios). Tarde o temprano, algo bueno tenía que salir de tanto sacrificio.

“El burgués flotante” (Otra vez flotando en cuclillas sobre la piscina).

"Primario y sin flan" (Obra conceptual alemana del siglo XII)

Martín se puso al mando de la cocina y nos malcrió con unas delicias dignas de los dioses y Brigitte… Brigitte es una persona sencillamente espectacular. Con un humor envidiable, se mantenía riendo a las carcajadas todo el día. Nos contó mil anécdotas increíbles de sus viajes por el mundo y nos permitió descubrir un poquito de su lado altruista, cuando al bajar juntos al pueblo, vimos el trato que tiene con la gente local. La adoran, la aman, la idolatran y ella atiende sus problemas, por más pequeños que sean, con dedicación y compromiso. Los escucha y los ayuda a lo Brigitte, sin borrar la sonrisa de su rostro ni por un segundo.
Fue hermoso conocer a alguien como ella. Muchos de los extranjeros que compran tierras en estos países del tercer, quinto, o sexto mundo, lo hacen pagando chirolas a los paisanos de manos destruidas, arrugas como surcos y pocas palabras. Para colmo después los echan como a perros de su tierra, o si deciden “incluirlos” en sus proyectos, los ponen a limpiar el piso. Los verdaderos dueños de este suelo, su ignorancia, su hambre y sus panzas hinchadas de parásitos, son contaminación visual en medio de este paraíso único que es Latinoamérica. Los distinguidos señores del primer mundo no invierten aquí para tener que salvar desgraciados, o escuchar quejas de indios brutos, y por eso los descartan como a animales. Brigitte, es diferente y por eso bien merecido tiene su pedazo de paraíso.
Del sueño tomó el silencio, del silencio la boca y de la boca la palabra. Entonces la palabra calló al silencio y el sueño se hizo despertar. Sin nada mejor que hacer, adquirió forma el hombre y entonces el sueño se partió en dos mitades. La de los que sueñan mientras duermen y la de los que lo hacen con los ojos abiertos. Los segundos transformaron la palabra, y el aire, y el espacio, y el aro. El aro tragó al hombre y la palabra quedó suspendida, flotando infinita y absurda. En el helado vacío, sin eco ni oídos, lo relativo deja de serlo y la palabra pierde gravedad, pues es el hombre y no la roca o el gas, la masa, el centro de estas sustancias intangibles.
A la hora de partir, parece que Martín y Brigitte querían seguir viaje en la nave con nosotros. Pura generosidad, un millón de gracias por todo, locos lindos.

Nos preparamos para salir. Había llovido bastante, el camino estaba húmedo y las pendientes se hicieron más duras. Tan así fue, que no alcanzó con que la Peque abandone la nave y camine hasta arriba cuando le tocó. Tuvimos que subir marcha atrás una loma, ya que con todo el peso que cargamos, las ruedas de adelante patinaban sin moverse del lugar. El disco de embrague tuvo su paliza otra vez, pero salimos por nuestros propios medios. Brigitte y Martín nos habían escoltado con su 4x4, por si las cosas se complicaban durante los kilómetros más duros, pero la nave lo logró sola (bueno, no faltó la empujada comunitaria). Nos despedimos apenas cruzamos el río, y esta vez si, rumbeamos para el norte.

La hora de la reivindicación ha llegado. Nos acercamos a la góndola de las mermeladas y ahí la vimos, transmitiendo un mensaje tan positivo ¡Eres un triunfador! ¿Quien estará tras el enigma de la Schopenhauer de las jaleas? Cada sabor, una enseñanza, cada pote un intento por trascender. La frescura con la que esta Ujarrás suelta sus máximas, nos conmovió y reincidimos. Al fin y al cabo ¿no vale más la intención de construir un mundo mejor que el sabor de la mermelada? Y al final, su sabor y su textura fueron dignos de su grandeza. De hoy en más, la Ujarrás será por siempre la mermelada oficial de americaencitro, bajo el lema “Sabor y sabiduría al precio más conveniente”.

Al norte nos esperan Granada y León, Honduras y el Salvador, pero, como bien dicen los inconstantes (pretendiendo inexistente lucidez), hasta aquí llegó mi amor.
Ahora, a encargarnos de poner a la nave nuevamente en las pistas. Afortunadamente a diferencia de lo sucedido en Bucaramanga, esta vez tenemos aros para el cambio. Si bien están usados, esperamos que nos saquen del paso hasta que lleguen refuerzos desde la Argentina.
Como de costumbre los dejamos con un sabio consejo de Alberto.

"Intenta no volverte un hombre de éxito, sino volverte un hombre de valor."
Hombres de valor…

¡¡¡arrivederci e buonafortuna!!!

martes, 18 de agosto de 2009

El enigma del Capitán Beto

.... y en su caída logró tomarse de un prefacio. No encontró resistencia en los mares, ni en las lenguas. No lo detuvo la distancia, pues se hallaba ésta abandonada al olvido de quienes la ignoran. No halló en su andar culpa, poropósito, calma, inspiración, ni nada que no hubiera existido ya antes en él. Por eso decidió adelantarse y seguir. Y no se lo devoró el camino. O si. Y no perdió el apetito. O si lo hizo, en parte. Y pretendió demasiado. O no tanto. Y escuchó el rugido salvaje y quebrado de la bestia, sintiéndolo propio. Pues la bestia era. Y no dejó de evitar, pues evitaba. Ni olvidó juzgar o juzgarse. Renació, se marchitó y volvió a florecer tres veces. Exageradamente fueron cuarenta y cinco los minutos entre su morir y su vivir, o fueron segundos, o centécimas de ellos. No le importó a él el tiempo transcurrido, más si estuvo obsesionado con el mismo en su forma absoluta. Sus relojes eran blandos, chorreaban el tiempo, como los del catalán. Y así siguió avanzando, sin presición, método o siquiera intención. Avanzó por avanzar... y siguió...
La oscura cueva es cueva muerta. Un hoyo, oscuridad, una suela, un cordón, cuero y no más. El pié, el pié, el pié. El pié del jardinero nicaraguense.
Capítulo segundo: Cable a Tierra.
Alejándonos de aquella ya familiar San José, emprendimos el viaje al norte para no regresar. Cada vez que volvemos al camino tras unos días de inmovilidad, el estómago se vuelve un nido de mariposas, como si estuviéramos emprendiendo viaje por vez primera. Es raro, después de todo lo que hizo, el Citro debe seguir demostrándonos que si puede. Los ruidos (que no son pocos), captan más nuestra atención, estamos más alertas y menos confiados. Pasados unos cuantos kilómetros, ya nos sentimos nuevamente en nuestra salsa. Que cosa extraña, cuan fácil nos acostumbramos a la seguirdad, la comodidad y a agarrarnos de lo que haya a la mano. Da mas miedo eso, que aventurarse a lo incierto.
Nuestro destino era uno de los volcanes más activos del globo, el imponente y bochinchero Arenal. Un rato de ruta y el gigante ya asomaba por sobre todo lo demás.
Fuma fervientemente. Fábulas del foso. Fantasea con filtros fosforescentes. Fístula fanfarrona. Frenético fagina su fanatismo freudiano. Frontalmente fomenta el faso. Finiquita el foco fraticida; florea el fruto faraónico. Festeja el fermento, fija la fecha, frunce la frente. Falta. Flagela. Fustiga. Frota el forro. Fleta el flato. Faro fastuoso. Fachero. Federal. Fundado. Fondea sin freno. Filtrea en fatiga. Funda su fe en el fandango. Festín sin fin, no flamea el flan. Festonea, facilita, funde el folíolo, fagocita el fez. Fulgura firme. Fasonea fétido. Fundamenta el falo.
La diosa fortuna nos sonrió y encontramos al Arenal absolutamente descubierto. En estos días invernales, no es tan sencillo ver al gigante así; en todo su esplendor. Más vale, tener que adivinar su silueta entre las nubes, es lo común.
El espectáculo primitivo que brinda la mole de piedra casi viva, es una de las cosas más impresionantes que jamás hayamos visto. Es como remontarse a los tiempos antes del tiempo, cuando la tierra apenas comenzaba a efriarse, y ver como desde sus entrañas mismas, escupe la roca fundida aliviando su dolor. Es presenciar el invisible curso de ciertas cosas, caer en cuenta de la ilusión de la calma y lo que sucede bajo nuestros pies. Mágico, legítimo, luminoso, el volcán del poder.
Dr. Faca observa una avalancha piroplástica sobre las faldas de la bestia humeante. En su mente el único recuerdo que iguala esta imágen, es el de aquella fría noche balcarceña en la que el aceite de las papafritas se encendió en llamas.
Como de costumbre, buscamos un campito para armar la carpa y encontramos un lote donde una familia nos permitió pasar la noche. Como estábamos bien cerca del mirador al volcán, nos hicimos una última escapadita tras el crepúsculo, para ver la lava en la oscuridad. El arenal estuvo super activo todo el día y fue suficiente para nosotros. A la mañana temprano, desayunamos sobre la noble grama y ¡a rodar nuevamente!
"La formulación de un problema, es más importante que su solución."
Con el pasar del tiempo hemos perdido algunas sanas costumbres, como por ejemplo, la de consultar los mapas. Aún teniendo los mapas de prácticamente todos los países de centroamérica (generosa donación a americaencitro de los viajeros de "La Nena"), abandonamos nuestro destino a donde las circunstancias nos quieran llevar. Así, la cosa fue bastante bien hasta que nos encontramos sin saber por qué, transitando los horroroso caminos que nos condujeron hasta las lejanas y penínsulares tierras de Mal País, en Guanacaste. En realidad, todo el que viaja a este lugar, desde Punta Arenas, toma un ferry que cruza a la península. Nosotros esta vez no preguntamos nada y nos terminamos arrepintiendo por lo que hicimos sufrir a la nave. De todas formas, llegamos a destino sin inconvenentes. El Citro, feliz entre las piedras, el lodo, vadeadas y pendientes del demonio.

Como se nos hacía de noche y no queríamos llegar al pueblo a buscar donde parar, sin la ayuda del rey sol, nos detuvimos al atardecer, en un campo al lado del camino. La familia que cuida el sitio (campo ganadero), nos permitió levantar campamento en un depósito, debajo de un techo de chapa. ¡Lo bien que nos vino el techito! Esa noche, como diría el gran Cartucchi, "llovieron soretes de punta" y nosotros sequitos en la carpa, escuchamos el diluvio tocando su sinfonía sobre nuestras cabezas.

Lo que pasó a continuación, fue como un designio místico. Aquella mañana llegamos a playa Carmen en Mal País, nos pegamos el correspondiente chapuzón en las aguas del Pacífico y ya no sabíamos bien que hacer. ¿Para que nos desviamos cientos de kilómetros a través de un camino horrible? ¿Para hacer que? Playa ya vimos mil, una más linda que la otra, todas invadidas por la jungla costarricence que amaga de continuo con meterse al mar, pero nunca lo consigue. La sensación era la de que no teníamos mucho más que hacer en ese lugar, y no sabíamos ni por que diablos habíamos llegado hasta ahí. Nos subimos al auto con la idea de regresarnos, buscando las playas de Montezuma, para finalmente salir a Tamarindo y de allí a Nicaragua. Pero claro, nuestros pasos no habían sido en vano, la nave sabía perfectamente a donde nos llevaba, y el universo ya había decidido lo que iba a suceder a continuación.

Dicen los ancianos chinos (que son los ancianos de América), que mientras el universo está decidiendo algo, aparece un enorme pargo rojo. Pues así fue entonces y aquí tienen la evidencia. Un gran pargo rojo.

Estábamos a punto de arrancar la nave y aparecen un hombre alto como una alta varilla, flaco como un varilla flaca, y sonriente como una varilla alegre, junto a una bella mujer que lo acmpañaba y también puede compararse a distintas clases de varillas. Lo cierto es que nosotros estábamos con pocas ganas de hacer sociales, y si mal no recuerdo hasta intentámos evitar el contacto visual. Ellos estaban parados al lado de la nave sonriendo. Magic Ángel rompe el hielo y nos pregunta cualquier cosa para entablar conversa. Ni dos minutos más tarde, esbozando su clásica sonrisa que todo lo abarca nos dice: Pueden venir a mi sitio a descansar unos días si quieren. Tengo una pirámide sobre mi casa, un hermoso río que atraviesa mi propiedad y lugar para que estén cómodos. Como al día siguiente era el onomástico número treinta de Dr. Faca, aceptamos felices de saber que compartiríamos la ocasión con nuevos amigos. Elia tuvo que seguir su paseo sola y Magic Ángel se subió a la nave para mostrarnos el camino a su "pequeña porción de paraíso".

Fueron unos cinco días espectaculares. Magic Ángel y Elia, son a mi juicio dos de las personas más hermosas que hemos cruzado en el camino. Ángel que es hijo de españoles, nacido en Venezuela, criado en California, que ha viajado por todo el mundo durante 20 años y vive desde hace 12 años en Costa Rica, siempre tenía algo interesante que decir, con su eterna sonrisa en los labios y su aura mágica que a todo sitio lo acompañaba. Salía a las seis de la matina a surfear con sus compinches y nos dejaba notas con instrucciones detalladas de los sitios a visitar y las cosas que hacer. En esta casa, se podía respirar la serenidad de sus espíritus y la frescura de la naturaleza que es en este sitio, al igual que en el resto de Costa Rica, exhuberante y embriagadora.

I don´t belive in Peter Pan, Frankenstein or Superman, all I wanna do is....


El espejo le devuelve la mirada.

Y afortunadamente es Dolores y no Borges.

Entonces no hay terror ni ira.

En su imagen reflejada, los huesos más fríos.

Y ajena a las debilidades del reflejo.

Su belleza se mantiene intacta.











Lisa sabe que su infinita libertad está fuera del charco, y dentro del charco en cierto sentido. No trata de moverse, sino de pensar.

Ángel y Elia en movimiento.

Todo estaba pergeniado, a mi me tocó "el trono" y nuestro amigo el jardinero de Nicaragua, arrancó con la serenata cumpleañera. Compartimos una rica comida, música, una hermosa charla, la compañía de las iguanas que andan por todo el lugar y así festejamos las tres décadas de este servidor. Mágia pura de abeja.

No necesita dejar huellas el mago de Mal País.

Y una vez más, debemos seguir viaje. Los amigos quedan atrás, y de igual forma los días increíbles en Mal País. No sabemos cuando o donde volveremos a respirar una atmósfera tan especial. Por eso nos vamos con algo de tristeza en el cuore. A la vez, sabemos que con cada paso que damos, nuevas maravillas se revelan y las amistades nunca nos han faltado. La nave ruge en primera, las ruedas giran en falso mientras vuelan piedras y gijarros. Un segundo intento, ¿por que no? Ángel, Elia y la Peque empujan con toda su fuerza mientras trepamos la trotadora matadora, nos despedimos y nos alejamos mientras levantamos una nube de polvo lunar.

Al regreso tomamos el Ferry, no mas aventuras para la nave por ahora. Alargamos un poco nuestro camino al norte, pero una vez más, la nave nos llevó sanos y salvos a nuestra última parada técnica en Suelo Tico, Tamarindo.

Ahí vamos arrimando el bochín.

En el mientras tanto, piensen en lo que Alberto nos viene enseñando día a día, no maten ballenas y si se puede, ayuden a encontrar al Capitán Beto que lleva más de quince años perdido en el espacio.

Hoy tranquilo, besos, abrazos y rodillazos en la panza.

¡¡Arrivederci e buonafortuna!!

Muerto el rey, muerta la corte.

La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa.

sábado, 8 de agosto de 2009

Con la Frente Marchita

No recuerdo el nombre del gigante que me tragó, más tengo la certeza de que ya me ha vomitado, pues son estos bellos días.
Siempre sobran las palabras, siempre. Un solo hecho vale más que mil de ellas. Pues, estos son los hechos infelizmente hechos palabras.
Ha pasado agua bajo el puente, y si bien nuestro relato nos devuelve irremediablemente a la Belle Costa Rica, el presente continuo nos encuentra hoy en Antigua, Guatemala. Hemos dejado atrás la tierra tica, así como Nicaragua, Honduras y El Salvador son ya parte del pasado para nosotros. ¡Se va la primera!

¡Primera!

Al mirar el mapa, allá en aquellos días de lejanas latitudes australes, veíamos esa manada microscópica de mini países que integran Centroamérica e imaginábamos que los recorreíamos rápido, en un coletazo de hipogrifo. Por supuesto, y según una sana costumbre, nada sucedió como lo esperábamos. Pasamos más de dos meses en suelo Tico, el magnetismo de ese lugar desafía ciertas leyes de la física y de la holometafísica. Ni siquiera puede compararse al de los modernos tomógrafos computados con sus poderosos imanes y sus ruidos extraños. Hemos recorrido más de 3000 km dentro de aquella diminuta cáscara de nuez, y bien valieron la pena todos los pasos que dimos sobre ella, los largos, los cortos, aquellos en falso, los certeros, los de adelantar y también los que nos dieron retorno.

Nos habíamos alejado ¿prudentemente? de los caminos poceados, de profundas huellas, ríos, cráteres, lava volcánica, pendientes exageradas y minas antipersonales. La nave debía contentarse con rodar sobre carreteras parejas, en su mayoría asfaltadas (como peinadas a la gomina), y nos habíamos medio propuesto, empezar a cuidarla un poco, considerando su intransferible responsabilidad de llevarnos sanos y salvos hasta la gélida Alaska. En esta clase de "proyectos" (aclaramos una vez más que no estamos de vacaciones), es importante nunca perder el centro de gravedad, si lo que salimos a hacer es atropellar un oso en Alaska, pues a no entretenerse con nimiedades, luces pirotécnicas y llamativos colores caleidoscópicos de los lados del camino. A por el oso. A por la bestia. A por el mamífero maligno. En tierras costarricences pecamos, olvidamos al gran grizzly, y devolvimos al citro la oportunidad de rememorar sus mejores andanzas, sobre rutas de grandes obstáculos, rocas sueltas, barriales del infierno, y peligro real de abducción extraterrestre (viste Patty, de poco vamos evolucionando) .

La línea roja representa el recorrido de la nave en tierra Tica. Mucha vueltereta para descubrir las maravillas de un país, que nada tiene que envidiar al de Alicia. Hace como mil años atrás, entrábamos a Costa Rica por el sudeste, haciendo pié rápidamente en la cosmopolita Puerto Viejo. Luego, trepamos con ese ya familiar rugido en primera; cerros infinitos, bosques nubosos y montículos de lentos perezosos, para encontrar a la niña Osito Shummy, y el aeropuerto internacional de San José. Ya formado el triunvirato a bordo, regresamos a Puerto Viejo y vagamos por la zona de Limón durante una semana. Pisados esos días, volamos una vez más (por tierra claro está) a la lluviosa San José. Bajamos luego (aunque la palabra es engañosa) de la capital, a la Península de Osa, para lo cual tuvimos que atravesar el desafiante "Cerro de la Muerte", cuyo nombre es un tanto exagerado, pero viene al pelo para dramatizar un poco nuestra ambiciosa gesta. Anclamos, por así decirlo, tres días en el pequeño pueblo aceitero de Sierpe, y de allí, desafiando tanto los pronósticos locales como los foráneos, condujimos nuestro bólido hasta Drake Bay. De allí, viajamos levantando polvo hasta Manuel Antonio, y finalmente volvimos a subir a nuestra querida San José, que demostró una profunda carencia creativa, y nos recibió descargando un fuerte aguacero sobre nuestras cabezas. Abandonando la capital por última vez, nos movimos con la velocidad del rayo a las faldas del imponente volcán Arenal, desde donde, una fuerza extraña nos catapultó a través de más caminos insondables (en realidad más intransitables que insondables) a las hermosas y lejanas tierras de Mal País. Regresando, nos apiadamos el noble cuatrimotor bicilíndrico, que fue puesto en un ferry a Punta Arenas, así nos salteamos la parte mas chunga, y tras rodear el Golfo de Nicoya, aterrizamos en la increíble Tamarindo.

Muchos dicen que así nunca vamos a llegar a Alaska. Llegar vamos a llegar, la pregunta es cuando.

En San José, Citroen nos dio una mano nuevamente y van.... cuatro. Afortunadamente, esta vez no hicieron falta más que algunos retoques de rutina. Regulamos válvulas, cambiamos aceite y arreglamos el arranque al que se le había soltado un cable. Nada grave. Al final, el Citro fue sometido a una buena ducha y listo el pollo. Gracias a los gerentes argentinos, Jefery y la muchachada que dieron una mano desinteresadamente. ¡GRACIAS a que la inmensa mayoría de la gente cree en nosotros y brinda lo mejor que tiene para dar. Sabemos de sobra que nuestro viaje puede significar muy poco para el mundo, pero no podemos perder de vista, que significa MUCHO para nosotros, y para algunos otros también. A esos otros, gratitud eterna y más.

Bien, agarremos desde donde habíamos quedado. Cuando salimos de San José a Península de Osa, imaginábamos bajar tranquilamente por las montañas hasta el nivel del mar. Nadie nos había advertido que para lograrlo tendríamos que superar la altura infinita del "Cerro de la Muerte" y su niebla, precisamente mortal. El motor del Citro rezongaba como de costumbre subiendo y subiendo en primera, mientras autos, bondis, camiones, ciclistas y lisiados en patineta, nos dejaban atrás sin mayor esfuerzo. Si miramos el lado positivo, cuando llegó la niebla mortal, no hizo falta bajar la velocidad. Superamos así los 3451 metros de frías montañas místicas, y extensos robledales que se elevan al cielo entre penumbras y la presencia esquiva del sagrado Quetzal.

El resto del camino hasta el pequeño pueblito de Sierpe fue tranquilo, pero lo realmente difícil estaba aún por llegar.


Y..... si se cae, se cae...

Ya en Sierpe, el único guardia del único y minúsculo destacamento policial, se encargó de buscarnos un lugar donde pasar la noche. Al principio cayó un gringo que nos invitó a su casa. El policía le hizo un interrogatorio tan meticuloso que terminó por auyentarlo y nunca más regresó. No me gustaba –dijo el oficial-. Entonces, se cruzó al bar “Las Vegas”, y cinco minutos más tarde teníamos casa. Lo que nunca supo, es que no solo nos consiguió casa, nos consiguió mucho más que eso. Qué maravilla es sentir esa bondad tan pura de la gente de pueblo adentro. Qué llenos se nos van poniendo los corazones, con cada día que pasamos en este suelo.

Ya era de noche, Walter apuró su cervecita en “Las Vegas”, salió y casi no dijo nada, pegó un cabezazo, arrancamos la nave y empezamos a seguir la huidiza lucecita de su moto que se alejaba hacia el campo. Al llegar a la casa, adivinamos las siluetas del resto de la familia que se agolpaban en la puerta, para pispear quién era la visita. Un niño sale corriendo y nos pide que lo sigamos. En definitiva nos prestaron una cabina para turistas a estrenar, con baño y aire acondicionado, un lujo. Apenas terminamos de ducharnos, ya nos estaban golpeando la puerta para que nos arrimemos a compartir la cena.


Walter, Jamilette y familia, nos recibieron con los brazos abiertos y empezaron a descubrir el velo tras el que se resguardan silenciosas, las infinitas maravillas de la península de Osa. Aquél velo no pertenece a las cosas, pertenece a las gentes.


La metamorfosis es inevitable. Tanto para los lepidópteros, como para las personas. Siempre deviene el ser en algo superior a lo que fue. No hay alternativa en tan profundo cambio.


Tras un par de días con el obligado pinto matinal (arroz y frijoles), los padres de Jamilette, nos invitaron a compartir una jornada de trabajo en su isla-finca, río abajo. ¡Claro que si! Que mejor oportunidad para conocer un poco de la vida campesina de los esteros y sacarnos la espina de navegar a través del manglar. Anteriormente habíamos desistido de tomar un bote que recorre varios kilómetros de río, de Sierpe a Drake ya que su costo se escapaba a nuestras posibilidades. Como siempre, las cosas se resuelven solas. Así fue que navegamos durante una hora río abajo a través del manglar y los laberínticos esteros, hogar de enormes cocodrilos que alternan sus días entre estas aguas dulces y las saladas del mar. Desafortunadamente no alanzamos a ver ninguno. Lo que sí la pesca fue todo un éxito.


Con ochenta y cuatro más iguales, tenemos el almuerzo.
Como era de esperarse el trabajo no fue muy duro. Comimos bastante y más tarde nos fuimos a ayudar a aserrar un árbol que sería el futuro muelle de la isla (pero no lo repitan en voz alta, porque es cosa prohibida. Un claro ejemplo del conflicto de intereses entre los campesinos dueños de la tierra y las autoridades que intentan preservarla sin dar alternativas a sus ocupantes).
La guacamaya hedonista epicúrea, por seguridad, da la espalda y escupe.
"Los mayores obstáculos que se oponen a la felicidad humana son el temor a la muerte y a la ira divina".
María fue nuestra sombra durante los tres o cuatro días que pasamos en Sierpe. Nos inundó con su espontaneidad y su amor a todo bicharraco que camine, se arrastre, nade, flote, vuele, planee, escupa, muerda o se eche panza arriba en esta tierra. María prefiere toda la vida andar encima de un caballo, recorriendo los palmares con su papá, que meterse en un colegio a estudiar. En este caso, créannos, sería lo más sano para todo el mundo. Pero muchas veces queremos cortar con la misma cuchilla a todas las clases de carnes, lo cual resulta tedioso (siendo éste el menos pior de los males) e infructuoso (siendo éste el más pior de los males). María es especial por donde se la mire, pero el mundo moderno aún no ha designado un sitio para ella. O si, pero falta algo para que ambos se junten.
Es indescriptible lo que se siente al recibir inesperadamente, tanto cariño. Estas cosas viven luego en uno, hasta que se extinguen los días. ¡Carajo que vale la pena este viaje!

Finalmente dejamos a nuestra familia en Sierpe y seguimos retrocediendo hacia el sur, con rumbo a Drake. Todavía no sabíamos a ciencia cierta si lograríamos llegar, todo el mundo nos había advertido que el camino estaba horrible y que aún si lográbamos vadear los dos ríos, nunca íbamos a poder trepar las dos grandes pendientes con el Citro. Nosotros conociendo de qué está hecho nuestro bólido y sus capacidades, nos aventuramos a lo ¿imposible?

Efectivamente llegaron los ríos, tras tantear el terreno a pié, arremetimos con la nave con semejante (e innecesaria) furia, que….



Platinos mojados. A los de Fuego les tocó desarmar el frente, al sol el resto. Media hora más tarde estábamos nuevamente en carrera.

Y aparecieron las pendientes nomás. Cuanta verdad había en aquellas palabras. Primera, a fullllllll…… otra vez para atrás. La loma nos escupía y se reía de nosotros, pero jamás, nunca la nave dejó de llevarnos a destino. Abajo la Peque y ¡dale! Primera a full, ¡pa´ arriba! El motor va a reventar, y si no él, nuestros oídos. Trepada suficiente, lo que faltó hasta la cima, a fuerza de quemar embrague. Prueba superada. Llega otra pendiente, peor aún. La nave va para atrás nuevamente. Esta vez, descargamos un poco el baúl, ya que el peso trasero nos roba la preciada tracción y a ¡darrrrrrle en primera! Listo el pollo, ni embrague hizo falta esta vez. Un río más y estábamos en Drake Bay.

Aquí nos esperaba Sebastián, un argentino que viajó seis años en bici a través de Latinoamérica. Así, preguntando llegamos a la casita donde nos esperaba junto a María su esposa y Axel, su niño.


Lo que sí, antes de empezar a intercambiar anécdotas, la nave reclama un poco de cariño tras tan exigente jornada. Primera y única pinchadura desde Lima hasta aquí. De hecho desde Lima en Perú, hasta Bogotá (incluyendo todo Ecuador con visita a la selva y trepada al Chimorazo a 4.800 msnm) ni le habíamos revisado la presión a los neumáticos. Alguna vez iba a tocar. Lo malo es que nuestro único auxilio (abandonamos uno en Quito para reducir peso) es más pequeño que el resto de las ruedas y andar medio rengos por estos caminos no nos hacía ninguna gracia. Además ¿Quién va a arreglar neumáticos aquí? Afortunadamente dimos con una técnica milenaria, le meten un pirincho de brea medio raro y santo remedio, ni hizo falta desarmar la llanta. Aura si.


Dormimos una noche en lo de los chicos y no paramos de hablar de nuestros viajes. A la mañana siguiente cargamos dos mochilas con algo de comida, la carpa y a caminar. Tomamos un sendero que alterna selva con playa durante dos días hasta llegar al solitario Parque Nacional Corcovado. La primer noche acampamos en la playa de San Josecito (supuestamente adquirida hace poco por Mel Gibson), fuego con leña que arrastra el mar, snorkel, y muuuchos monos dando vueltas. Al día siguiente tempranito a caminar, la cantidad de animalejos que vimos en el camino fue espectacular, incluso superó por muerte a los que encontramos dentro del parque. Lo que sucede es que los árboles frutales de los finqueros, son un imán para todos los bichos. Doblemente bueno para nosotros que no cargábamos tanta comida y aprovechábamos los mangos, las toronjas y cuanta fruta encontráramos en la caminata.


Abbey Road.


Ya en el Parque, hicimos un poco de migas con los guardas y más livianos encaramos un sendero que nos llevó a una cascada.

Dolores, la jungla, la cascada, los colores (leer poniendo la voz de Roberto Giordano) ¡Que día Teté!

En el jardín de los hongos hay un duende o dos. No viven en el futuro. No tienen naves espaciales ni argentinos en estado criogénico. No conocen al cerebro fotositético, ni al capitán nacionalista, ni al robot DM10. Lommer Bummer toma a diario tres gotas de ron, el otro se come todos los hongos y le pasa letra a un joven profesor.

Elmo odia a Cohelo.

Flojita la vista desde la carpa...

Y un mono que se cree rope.

Y dos monos que se creen otra clase de mono.

Estando en la panza del gigante escribí un montón de palabras tristes. Muchas eran injustas y se alimentaban un poco de dolor, un poco de frustración, un poco de inexperiencia. Felizmente, el solo escribirlas bastó. No los vamos a someter a “El choclo del siglo” pero en cambio, dejaremos que la genialidad de Alberto exprese exactamente lo que quise decir, con una sencilla frase.

"Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas".
A Hermes no le gustó El Alquimista.

Grandes desafíos (superados) por, los Doctores de Fuego, a lo largo de sus tribulaciones holometafísicas en la citroneta cuántica de polo a polo.

Primero (resuelto con mermelada)
Vencer al leviatán en su elemento. Más allá del filoso, incierto y gris horizonte, hay una bestia de impenetrable armadura acerada. Sus colmillos afilados como dagas, dicen, cortan el ojo de tan solo mirarlos. Espera agazapado, la llegada de los valientes que ganan aguas prohibidas, con barcos prohibidos e intenciones de igual categoría. Su sed es imposible de saciar y su apetito no conoce límites. Nosotros le hemos vencido cargando una Ujarrás en cada mano.
Segundo (tal vez el más inesperado).
Defendernos de lo indefendible.

Lo encontramos en un cafetín. Al momento de hacer contacto visual, supimos íbamos a tener que dar explicaciones. Debemos reconocer que su pregunta fue sincera, clama, llamativamente directa, y hasta se notó un dejo de lucidez en la voz cuando dijo: ¿Por qué? ¿Por qué yo?
Situación incómoda si las hay. La Peque reconoció al instante que no habría palabra que justificara nuestra vil conducta y demostrando astucia maquiavélica, sin decir nada, le pegó un abrazo bien, pero ¡bien juerte! Arturo bajó la guardia al instante, meneó su cabeza para los lados, esbozando una sonrisa y dijo: ¡¡¡Esta chancle!!!
Tercero (y todo lo lejos del glamour que se puede estar)

Bajar este arroz blanco con huevo duro, fermentado en una caminata selvática de tres horas, sin agua. No todo es glamour en americaencitro. ¿Ve Don Fró? Casi, pero no todo.
Habiendo nadado en un río con cocodrilos y sobrevivido al arroz con huevo fermentado, nos dimos por satisfechos y volvimos al campamento base en San Pedrillo, para hacer una última noche y retornar a lo de Seba.
Con Sebas, María y Axel en algún rincón de la península.
En Manuel Antonio, paramos dos días laburar. Don Hernán Ramírez, de las Cabinas Ramírez nos prestó un pedacito de tierra para la carpa. Al fin, tuvimos que cubrir a ésta última, con un plástico para contrarrestar los fuertes aguaceros del pacífico. Nunca habíamos presenciado semejantes tormentas eléctricas en nuestra vida. Con el cielo cayéndose a cada rato y varios buenos, nuevos amigos, pasamos ese par de días en otro paraíso.
¡¡Vendemos planchas, calefactores, colchones viejos!! ¡¡¡Vendemos radiadores, baterías usadas, mantas, alambre, colchones viejos!!! ¡Vendemos microprocesadores, satélites rusos caídos, diskettes de cinco un cuarto, resistencias, inodoros, colchones viejos! ¡¡¡Vendemos chapa, cobre, colchones viejos!!! ¡Vendemos patas de silla, patas de mesa, originales de Dalí, budineras, tazas, ADN de Michael Jackson, colchones viejooooooos!

De regreso en San José nos dedicamos a vender postales a full. Así conocimos muchísima gente que nos dio una mano, entre ellos, Leandro. Leo tiene un par de parrillas “El Novillo Alegre”, una en Escazú y otra en Santa Ana, no solo nos permitió ofrecer las postales, sino que nos convidó unas exquisitas entrañas y unos panqueques con dulce de leche…… ¡por Dio! ¡Qué panqueques! ¡Qué entraña! Gracias mil Leo, ¡Groso El Novillo!

También conocimos así una noche como cualquier otra, ofreciendo postales (y extrañamente en un sitio donde no nos dieron permiso para entrar) a Martín, Silvia y Marco. El hombre de las mil anécdotas increíbles; “Tincho” es argentino y vive en San José hace unos cuantos años, Silvia su pequeña y adorable novia Tica. Nos ofrecieron hospedarnos y considerando que le habíamos invadido la casa al gran Luigi desde tiempos inmemoriales, aceptamos mudarnos felices. Pasamos como una semana, a puro fútbol y comida argenta. En el mientras tanto, no perdimos oportunidad para seguir ofreciendo postales en los bares y restaurantes. Por si acaso llegás a leer esto, MIL GRACIAS a nuestro amigo paisa de Henry´s.

Marco tiene un par de radios en San José, la 911 (nuestra nueva casa) y Punta Arenas. La cosa es que se copó con nuestro viaje y pegamos muy buena onda. Nos ofreció darnos una camarita para que filmemos y le enviemos periódicamente vivencias de nuestro viaje. La idea es subirlas a su página de Internet http://www.911laradio.com/ por lo que si entran ahí, pronto van a poder ver algunas cosillas interesantes (les juramos, sobre todo a Marco que estamos trabajando en eso). La cosa es que si aparece alguna marca que quiera patrocinar ese espacio, nos darán una mano a nosotros. En fin, no tuvimos oportunidad de hablarlo mucho, pero enseguida vimos que teníamos mucho en común y aceptamos sin dudar.
Además les dejamos postales para que ofrezcan en la radio y nos hicieron una entrevista buenísima que posiblemente también pueda escucharse en la página.

Y eso es todo por hoy. Ya de a poquiñio vamos a ir poniéndonos al día, de veras necesitábamos descansar del blog, y de verás que un gigante me había engullido. Ahora con ánimos renovados, vamos pa´ adelante a morir. La verdad es que particularmente yo me sentía estancado, como que no avanzábamos mucho, aunque el paso por Costa Rica fue espectacular y nos llevamos de allí infinitos amigos, vivencias, visas, y demás cosas. Necesitábamos acelerar un poco y es lo que hicimos, nos dedicamos a viajar, la nave chocha como siempre que se le pide ruta. Atravesamos calladitos Nicaragua, Honduras, El Salvador, y ya estamos en la increíble Guatemala desde hace tres días. Lejos estamos de olvidarlos conejillos, al contrario, los extrañamos más que nunca, pero también renovamos fuerza para el último tramo del viaje. La idea es pasar un mes en Guate, cruzar a Belice y de allí a México, Estados Unidos, Canadá y ¡Alsaka! Vemos la luz al final del túnel. Claro, falta mucho aún, pero vemos la luuuuuuuuuuuuuuuuz, ahí está el oso esperando, la nave lo sabe, nosotros también….. Ahí está el feroz mamífero.
¡Y nada más! ¡Besos, abrazos y patadas ninjas a mansalva para todos! ¡Nos vemos!

¡Yuk Punchagamma, arrivederci e buonafortuna y todo eso!
…..mmmmm.. ¡Ya me acordé! ¡Guido, se llamaba Guido!