lunes, 31 de mayo de 2010

Y El Zorro donde está?


 Orden. Orden extremo y altos rascacielos. Orden extremo y pavimento. Llegamos al país del norte, a ese que dicta como nos debemos comportar los desposeídos del sur, el que señala el compás de nuestro andar accidentado y torpe. Al que inventa fantasmas para justificar sus hazañas libertadoras y mata a cuetazos ingrávidos e incoloros milpiés de cien cabezas. Muchos prejuicios, demasiados. Muchos reclamos y mucha rabia por la miseria sembrada, por la ignorancia perseguida y la tierra manoseada (con humanidad incluida adentro). Todo esto que sabemos de tan poco sirve, pero que no debe sernos ajeno o irrelevante, todo lo que nos obliga tener conciencia de lo que somos, lo que queremos y como conseguirlo. De poco servirá a nuestros fines perder la claridad de las ideas en el rencor, la nobleza de nuestras intenciones, en el odio y la energía de nuestras manos, en el reclamo. Nuestras ideas claras deben planificar, nuestras nobles intenciones ser las que comanden y nuestras manos estrechadas, ensuciarse juntas, para llegar al fin del día cansadas de trabajar por ese sueño esquivo e impostergable de vivir en una sociedad más equitativa, hermanada y próspera.

Debemos ser inteligentes ¿a que vamos a venir de tan lejos? ¿A criticar? No, a seguir haciendo lo que siempre, tomar lo bueno, aprender, abrazarnos a la humanidad y descartar lo que no vale la pena. De otra manera, no seríamos más que dos idiotas creyéndose muy vivos por el solo hecho de haber cruzado muchas fronteras, para fotografiar banderas de mil colores distintos.

Regresemos al camino, volvamos a la frontera. Los funcionarios de Estados Unidos nos trataron muy amable y correctamente, afortunadamente el chico que nos recibió los papeles era nacido en Rosario y no nos hizo dar muchas vueltas, hasta nos ahorró algún que otro paso. Ahora, debíamos ver como sellábamos la salida de México y finalizábamos la importación temporal de la nave en tierra azteca. Salimos de a pie nuevamente cruzando la frontera y sellamos los pasaportes, desgraciadamente a la hora de dar de baja al auto, nos informaron que en Tecate no hay oficina de aduana para este trámite ¡¡¡¿Cómo?!!! Si lo dejamos así, podemos complicar futuras entradas a México y la idea es no cerrarnos puertas a nosotros mismos. La única salida, volver a Tijuana y terminar allí todo el papeleo.
Un poco contrariados y apurados por el reloj, emprendimos viaje a San Diego donde nos esperaba Luis Boldo, un mexicano amigo de Pepe Hernández.
Paramos en un centro comercial y ensayo mis primeras líneas en inglés preguntando por un teléfono público. Sorry, do you know where can I found a public phone? (que sonó exactamente public fon) Mmmmmm la mujer se muestra confundida, no entiende lo que le digo. Repito la pregunta y exclama ¡Aahhh public Phone! (que sonó más o menos como pablic fon). Bueeeee..... taaaaanta diferencia no había che, a ver si le ponemos ondaaaaaaa.
Superada la barrera idiomática, llegó la tecnológica. Tan paisanos parecíamos, no lográbamos hablar con el número que teníamos. Volvimos a preguntar. Ahhhh un uno adelante OK... ahora si. Media hora más tarde Luis estaba recatándonos del estacionamiento del shopping.
Nos llevó a desayunar (a la mexicana) y luego al super, donde llenó un changuito con comida a nuestra elección. No podríamos haber caído en mejores manos, San Diego es una ciudad grande y hasta que nos aclimatemos un poco a USA, mejor estar protegidos.

De entre las muchas sorpresas de Luis, los "huevos a la Luis" del desayuno, se destacaron. Mantequilla, fuego moderado y la famosa vueltita, un lujo. Nuestra estadía en San Diego sería más larga de lo estimado, mucho más larga. Guada, mi hermana que todavía vivía en la tierra de los cowboys, nos mandó un paquete con una cabeza de repuesto para la nave, que si recuerdan no venía andando nada bien. Ruido, humo, en fin, lo de siempre. Esa misma tarde llegaron Aymi y Juancho con la Estan y completamos la familia. 


Luis vive en San Diego, pero tiene su negocio en Tijuana. Él cruza todos los días la frontera más transitada del mundo (como veintipico de líneas) y se reía de nuestra preocupación por tener que volver a México. Finalmente en aquellos días entramos y salimos unas cinco o seis veces de Estados Unidos, nada era como imaginábamos. Cruzar de Tijuana a San Diego es más fácil que comprar chicles, ni hablar de San Diego a Tijuana. Uno viene andando con el auto por el freeway 5 en San Diego, y de repente ya se está en México. Nadie te pregunta nada, nadie te pide nada, de hecho no hay cabinas, ni oficiales gringos en el lugar. Ya del lado mexicano, solo se frena para una inspección en caso de que el semáforo o un oficial lo indiquen. No hay que sellar pasaportes ni nada, ninguno de los dos países cuentan la salida a la ciudad vecina como salida del país. Al regresar a USA, se hace una fila y te pasan el pasaporte (que ya está aprobado en el primer cruce y cuenta con un papelito que permite múltiples entradas y salidas del país)  por una maquinita, sin más, se sigue viaje a San Diego. 

   Así, en aquellos días terminamos el trámite de salida del Citro en la frontera y conocimos a la muchachada fierrera de Tijuana. Rápidamente nos hicimos de buenos amigos que nos dieron una mano grande.
Entre idas y vueltas, llegó el repuesto para la nave y hubo que arremangarse una vez más.

 La casa de Luis fue el taller durante unos cuantos días. Además de cambiar una cabeza por otra, intercambié una camisa y puse aros nuevos. Si bien todo suena muy sencillo hubo algunas complicaciones, no lográbamos conseguir un prensa anillos, y el cambio de válvulas y resortes de una cabeza a otra traería inconvenientes más adelante.

Desayuno monumental con "huevos a la Luis" y a laburar. El Tío Luis nos llevaba pa´ todos lados, cada vez que necesitábamos algo, él traía la solución. Consiguió mi prensa anillos, pagó en la rectificadora por el cambio de resortes en las cabezas, y de yapa como nuestra cabeza estaba más en los fierros que en la ciudad, cada tanto nos sacaba a dar una vuelta a todos los pichones juntos. Nunca dejaba que en la heladera falten delicias y ayudó a Juan a arreglar varias cosas de la Estanciera también. Conocimos un poco la ciudad de noche, con restaurante y todo incluido. Las noches se iban en interminables charlas donde entre todos intentábamos sacar una radiografía acertada de la extraña relación amor-odio que une a México con Estados Unidos.
Quince días pasamos con el Tío Luis en San Diego. Finalmente terminé de armar la nave, cambio de aceite y a rodar. Muchos ajustes por hacer aún, pero estamos en marcha. Probamos el Citro en la ciudad y salvo un ruido infernal del motor (que ya es normal para nuestros castigados oídos) todo parecía estar bien.
Hora de despedirse.
   La muchachada cayó a San Diego e hicimos la gran despedida. Más amigos mexicanos, siempre más. Nacho (gosthbuster) por aquellos días nos invitó al cumpleaños de su hijito, sin casi conocernos nos sumó a su familia y selló una amistad muy hermosa. Siempre con palabras de aliento y sus chistes geniales que jamás lograré recordar. En fin, estamos en tierra gringa, pero comenzamos a entender que hay ciertos límites que no son lo que parecen. 30 millones de mexicanos viven en Estados Unidos ¡30 MILLONES! Parece que tendremos muchos buenos aliados por aquí.

      Costo mucho despedirse de Luis, fue para nosotros un papá más. Fueron quince días con sus huevos mágicos (espero que esto nos se malinterprete), donde nos bancó a muerte. Siempre pendiente de nuestras necesidades, las chiquitas y las grandes, con una generosidad increíble, jamás nos dejó pagar absolutamente nada, desde la comida hasta los repuestos de ambos autos. Y esto lo escribo no ponderando lo material por sobre lo espiritual, para nosotros siempre lo más importante es lo que nos llevamos adentro del cuore y la cabeza, pero no quiero dejar pasar la oportunidad de volver a refutar esa frase horrenda que muchos creen ciegamente. Que nadie regala nada es una mentira grande como elefante y sirve a los fines de que en lugar de mirar alrededor, miremos solo pa´ adentro.
 ¡Gracias por todo Tío Luis! Hasta que volvamos a vernos.

  La brújula señala el norte, nos vamos para Los Ángeles a sacar las visas a la embajada canadiense. El Citro y la Estan caminan lento sobre el terrorífico freeway, los choches nos acosan, vuelan sobre el pavimento y nos apuran desde atrás. Muchas veces a las bocinas eufóricas siguen gestos que desaprueban nuestro andar pausado, otras un saludo amigable y una sonrisa. Ahí la vamos llevando, la distancia es relativamente corta pero el ruido del motor de la nave comienza a hacerse cada vez más fuerte. Ya entrando a Los Ángeles parece que va a explotar. Para colmo de males no hay a donde ir, este río enfurecido sobre ruedas nos arrastra a máxima velocidad, hasta que llegamos a nuestra salida. Miren si será noble nuestro autito, esperó a que hagamos cien metros por la salida y ¡PUM! ruidazo a todo mal. ¡Clang, clang, clang, clang! El motor se muere y nos orillamos. Bajamos del auto presintiendo lo peor, acá se desmadró todo. Los cilindros parecen estar andando los dos, cuando intentamos poner en marcha el motor, se sacude como loco y ese ruido nos taladra el alma. Un poco desesperados, sin saber si podemos tirar el auto con una soga o no, lo atamos a la Estanciera y decidimos jalarlo hasta la casa de Carlos y Cathy, amigos de la Peque que nos esperan en Fullerton. Le´ Chien para adelante, a la Estan. A ver si nos lleva puestos un loco. Yo atrás manejando el Citro y sufriendo como perro. Primero por la poli, y segundo pensando en que hacer. El ruido pronosticaba lo pero y yo ya me imaginaba haciendo una vaca para traer un motor nuevo, vendiendo el auto, varado por largos días allí, todo mal. Finalmente llegamos a la casa de los chicos tirando la nave, no fue exactamente una entrada triunfal, pero al menos llegamos.

 Carlos, hermano de una buena amiga de Mar del Plata y su esposa Cathy, nos recibieron a los cuatro con muy buena onda, pero yo no podía cambiar mi cara de velorio. Los chicos hicieron un super esfuerzo al recibirnos ya que su casa es además donde trabajan y había que hacer movidas para que la situación funcione bien. En fin, armamos campamento en la sala de espera y a la cama, pero no a dormir, ya que aquella noche no pude pegar un ojo. A la mañana Aymi, Juan y La Peque se fueron a Hollywood, mientras tanto yo me decidí a abrir el motor del Citro en plena calle para ver que tenía. Saqué las herramientas y Carlitos me ayudaba con todo. Afuera guardabarros, alternador, múltiple, lo de siempre. Desarmamos la cabeza del problema, sacamos la camisa con pistón y todo adentro y ya me imaginaba con la biela en la mano al tirar, pero no. Firme che, el cigüeñal, firme también, comencé a respirar, pero entonces ¿De donde es el ruido? El pistón no se ve quebrado tampoco. Buscando, dimos con el misterio: uno de los balancines de las válvulas estaba totalmente flojo, se ve que cuando cambiaron los resortes y válvulas de cabeza en la rectificadora en San Diego, no apretaron bien y se salió todo. Así el ruido era infernal y esa válvula nunca abría, haciendo fallar al motor. El alma me volvió al cuerpo, nunca hubiera imaginado que la solución iba a ser tan sencilla. Ajustamos el maldito tornillo, armamos todo y chau, en cuatro horas estaba todo listo.

  Ahora si, rostros sonrientes y a ver si conseguimos la visas pa´ Canadá.

Para cuando llegaron los chicos de Hollywood, el auto ya estaba armado, por supuesto aprovechamos la situación y le jugamos una treta a Loli. Al llegar, le dije que había desarmado todo y el motor estaba destrozado, que no había arreglo y un tipo que pasaba vio el auto y me ofreció un montón de plata por él. Lo había vuelto a armar todo y mañana mismo lo pasarán a buscar con una grúa, por supuesto si ella estaba de acuerdo en venderlo. Al principio no me creyó, por que me conoce, pero tanto le insistí y tan serio estaba, que al final mordió el anzuelo y se largó a llorar. Risas por todos lados, ¡Ya está arreglada la nave! ¡Podemos seguir viaje!

Última gran prueba de una semana intensa, conseguir las visas para Canadá. El viaje a la embajada era de una hora por el freeway, imaginen con que tranquilidad llegamos al lugar. El día anterior habíamos viajado con el Citro y nos dijeron que no había turnos ni nada, solo debíamos presentarnos al día siguiente. Esta vez a diferencia de lo que hicimos cuando solicitamos la visa para Estados Unidos, no llevamos prácticamente ningún papel que avale nuestra solvencia económica o nuestros lazos con la Argentina. Simplemente una muy buena carta en inglés explicando nuestro viaje y papeles que nos querían cobrar diez dólares la hoja para traducir. Imaginen, hubiéramos gastado mil dólares en certificar esa información que ni siquiera era relevante. Como para que se den una idea de lo que hablo, hicimos traducir un resumen de cuenta un año vencido y a nombre del hermano de Loli. Desastroso. Lo presentamos, sin saber ni para que junto con la carta y una postal donde salimos bien churros.   
Bajamos y cocinamos algo en el estacionamiento. Dimos vueltas por la ciudad y tres horas más tarde fuimos a buscar los pasaportes. Era si o no en el momento y los 144 dólares o tirados a la basura o invertidos en un papelito mágico muy pintoresco, con holograma y todo.
Redobleeeee, redoooobleeee..... nos dan el pasaporte.... abrimos....y seis meses de visa pa´ transitar el diecisieteavo y último país que nos separa de nuestra meta final: Alaska.

  Los edificios tocan el cielo con sus crestas de hormigón. La velocidad vuela. Nadie mira a los ojos, la gente vuela a la misma velocidad que la velocidad. Una escuadra antibombas llega a una cuadra del lugar, sirenas, ruido, calles cortadas. Una manifestación interrumpe otras tantas calzadas. Caminamos y vemos a los crotos llevando carros con basura de lujo, ¡que nivel! televisores y monopatines con larga vida por delante. Caminamos en esta ciudad gigantesca, nadie mira a los ojos. La sensación es extraña, mucho gracias a nuestros propios prejuicios y nuestras ideas prefabricadas por supuesto, pero que se siente raro, se siente raro. Cada tanto alguien pregunta por los autos y le vemos la pata a la sota. Que triste ver a esta humanidad tan deshumanizada, vagando como los caballos de los pordioseros, con anteojeras pa´ que no se les asuste el corazón de tanta nada. La gran ciudad, la gran trampa.
Si todavía dudábamos sobre que camino seguir en nuestro viaje al norte, Los Ángeles, nos ayudó a decidir sin rodeos. Dejaríamos de lado la poblada costa y sus grandes ciudades, para internarnos un poco más al centro del país recorriendo varios parques nacionales; Death Valley, El Gran Cañón del Colorado, Zion, Bryce Canyon, Capitol Reef, Arches, Yellowstone y Glacier National Park.

Carlitos preparó chori pa festejar, y si bien fue la noche anterior a conseguir las visas, bien valieron el festejo.
La tarde que arreglamos la nave nos fuimos a un mercadito uruguayo, donde nos invitaron unos sanguchitos de entraña, solo por andar en el Citro. Esa tarde conocimos a un cordobés super buena onda, que dos días más tarde nos abriría las puertas de su taller pa´ hacer los últimos ajustes previos a la partida.

 ¡Grande cordobés! Mejor onda imposible, que lindo es sentir a la patria cerca cuando se está tan lejos. Nosotros, salvo una sola vez en Panamá, donde vendiendo postales encontramos una mesa con ocho argentinos que al ver que andábamos en el Citro y ofreciendo fotos a voluntad, no abrieron la boca, solo para que no nos demos cuenta que eran compatriotas, siempre recibimos ayuda de nuestros paisanos. Marcelo nos tapó de regalos, aceite para la Estan, tornillos, cables, ropa, gorras, en fin cada cosa que encontraba al caminar iba a parar adentro de la nave. ¡Un grande!

  Y a partir otra vez, fueron cuatro días en Fullerton con los chicos que se pasaron. Carlos apenas tenía dos meses en USA, esperando los papeles para trabajar, se comía las paredes. En plena adaptación, aprendiendo inglés tratando de hacer pié, sin saber bien donde afirmarse, nos atajó a nosotros. Un tipo tan bueno, tan humilde, laburante y sencillo como pocos se ven. Sabemos que para ellos fue un poco difícil recibirnos, por lo del lugar, en medio de papeleos y con cambios muy importantes en sus vidas por aquellos días, pero nos hicieron sentir en casa. Por eso estamos tan agradecidos con ellos y felices de sumarlos a nuestra infinita lista de amigos del camino. Cathy igual, con flamante esposo, en medio de muchísimos cambios, la primera estadounidense que nos metió en su casa y nos mostró que no debemos confundir las cosas. Como dice Sabina ¿acaso todos los vascos van con metralletas?
Aprovecho para mandarle un beso grande a Claudia Rafa y Rosarito. Carlitos un súper, súper, súper tipo.

Y ganamos el camino nomás señores, andando despacito por esas rutas donde vuelan los demonios con sus máquinas modernas. Ansiosos por poner las patas en pozos de aguas más tranquilas, donde no hay tantas preguntas y abundan las respuestas. Trepando montañas una vez más y alcanzando tierras desérticas de maravillas ocultas y silenciosas.

 Como no llegamos a Death Valley en un día, ya atardeciendo, paramos en medio de la nada como tanto nos gusta hacerlo, nos despegamos unos metros de la ruta y levantamos campamento. Ya no nos quedaba mucho por andar al día siguiente y cerca del medio día, pusimos pié en el Valle de la Muerte.

Todo el lugar está lleno de cañones para visitar a pié. Los Doctores de Fuego, felices.

   Y ahí andábamos los cuatro fantásticos, haciendo monerías por todo el lugar.

Y parece que tanto aire fresco se le subió a la cabeza a Faca ¿Que esta intentando demostrar compañero?

    Y subimos a una pared alta desde donde las chicas se veían como pérfidas pulgas plantígradas, posando parcialmente poseídas por pensamientos primitivos. Procarióticos pasteles plastilínicos, pintaban patinetas por placer. Para postergarnos poderosamente, pronunciaron palabras pestilentes, pulularon pausados, parcos..... puntualmente pinatipartidos. Pues para poseer, prefieren poco peloteo, pisar penas patagónicas. Pasan pudriendo puros pistachos. Pueblan promesas. Paren pecados. ¿Preferible perdonar? ¡Pero! ¡Por Papá Pitufo! ¡Pártanles pronto por pasados!

Y la cara de guapo se nos jué a la hora de bajar.


   Pero el viento sigue siendo viento.

    Bajamos a buscar agua al centro de visitantes y casi ya emprendiendo el camino al camping gratuito, unos cuantos kilómetros arriba en la montaña. Conocimos a una familia de holandeses que nos invitaron a compartir su parcela. Cenamos juntos, armamos carpa y pasamos la noche. Al día siguiente cuando levantamos campamento...

Más temido que Munra, más mortal que Drago (el ruso malo de Rocky 3), silencioso como Bernardo y malo como su mismísima madre que lo parió... 

   ¡El escorpión gigante Mitrista! Se había deslizado como un zorro debajo de nuestra carpa por la noche el muy desgraciado, ¡imaginen que peligro! Con esas pinzas que pueden partir al medio a cinco hombres a la vez, con esos ojos que tiran veneno láser y su temible aguijón que inyecta ideas liberalistas.

  Bueno, escondido debajo del termo no se lo ve tan terrible ¿no?

   La pandilla junto a la Dutch Family, no pidan nombres, no los podía pronunciar, muchísimo menos los voy a lograr escribir. Mejor llamémoslos adulto masculino, adulto femenino, niño y niñas uno y dos.

   Y en las dunas de arena, terminó de perder lo poco que le quedaba de cordura.

  Y en las dunas de arena, se volvió más sabio y apuesto.

    "Y el que encuentra todo en la nada, suele no hallar nada en todo. Pues todo se parece a nada, cuando nada es más de todo lo que se puede abrazar. Nunca tanta nada, significó tanto. Nunca todo, estuvo tan cerca de no ser casi nada, un instante más tarde todo se habría ido y nada sería lo único, aunque fuera demasiado poco".    

    Y en el desierto de sal, la impactó un fulgurante meteoro de zumo llamado vida.

 Dejando atrás el punto más deprimido del país, a unos cuantos metros por debajo del nivel del mar, nos agarró un ventarrón medio siniestro que combinado con las pronunciadas pendientes nos tiró a calentar el motor. Le dimos entonces un descanso a la nave, que no por que se les escape una vez el aire va a ser menos berraca. Pasados diez o quince minutos volvimos a los caminos que nos conducirían a la última parada antes de abandonar el parque.



     Como buen fantasma fugaz que es la felicidad, aquella tarde, igual a las otras, incluidas las del lejano Júpiter, se escurrió filtrada por el sol entre las suspendidas nubes del ocaso vibrante. No por desposeer lo inmediato, se fue ella con aquel rayo de luz. No inmediatamente se resuelven los asuntos de la gravedad.
Zabriskie Point.

Ya casi anocheciendo dejamos Death Valley y había un viento que volaba pelucas y bisoniés. Si bien el desierto ofrece infinitas posibilidades para acampar, aquella noche fría y huracanada nos obligó a refugiarnos en una curva, detrás de una gran planta que nos hizo buen reparo. Cenamos dentro de la Estanciera sin apuro y al cerrar los ojos ya ni el vendaval más terrible hubiera logrado despertarnos.
Y por ahora los vamos dejando. Ya pisando más firmemente esta tierra del norte, felices de poder encontrarnos con un estilo de viaje que había muerto al salir de Argentina, el de saltar de un Parque Nacional en otro, cubriendo grandes extensiones en poco tiempo y abarcando una naturaleza infinita.
No hay palabras para expresar el agradecimiento por sus comentarios, particularmente en la publicación "Pisando Hormigas" recibimos palabras hermosas de gente que ni siquiera tuvimos el placer de conocer, por eso gracias loco. Cada vez que me pongo a pensar en el blog, si me da fiaca escribir o quiero apurar a mis dedos, leo sus mensajes y me convenzo de que tengo que hacerlo cada día mejor. Que salga o no mejor, ya es otro tema.
 Un abrazo grande, patadas ninjas para todos, muchos cabezazos en la zona lumbar y a descubrir velos mágicos.

 ¡Arrivederci e buonafortuna! Junten guita para las maquinitas conejillos que la próxima nos vamos a .... 

    
Los Ángeles, San Diego, California, todo recorrido ¿y El Zorro donde está?

sábado, 29 de mayo de 2010

ÍTACA.


Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.

No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Poseidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.

Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Poseidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.

Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.

Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.

Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.

Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.

No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ellas, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.

Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.

(gracias Nicolaï por el aporte)

Próximamente, actualización desde Calgary, Canadá, tapados de nieve!!!