Como se nos hacía de noche y no queríamos llegar al pueblo a buscar donde parar, sin la ayuda del rey sol, nos detuvimos al atardecer, en un campo al lado del camino. La familia que cuida el sitio (campo ganadero), nos permitió levantar campamento en un depósito, debajo de un techo de chapa. ¡Lo bien que nos vino el techito! Esa noche, como diría el gran Cartucchi, "llovieron soretes de punta" y nosotros sequitos en la carpa, escuchamos el diluvio tocando su sinfonía sobre nuestras cabezas.
Lo que pasó a continuación, fue como un designio místico. Aquella mañana llegamos a playa Carmen en Mal País, nos pegamos el correspondiente chapuzón en las aguas del Pacífico y ya no sabíamos bien que hacer. ¿Para que nos desviamos cientos de kilómetros a través de un camino horrible? ¿Para hacer que? Playa ya vimos mil, una más linda que la otra, todas invadidas por la jungla costarricence que amaga de continuo con meterse al mar, pero nunca lo consigue. La sensación era la de que no teníamos mucho más que hacer en ese lugar, y no sabíamos ni por que diablos habíamos llegado hasta ahí. Nos subimos al auto con la idea de regresarnos, buscando las playas de Montezuma, para finalmente salir a Tamarindo y de allí a Nicaragua. Pero claro, nuestros pasos no habían sido en vano, la nave sabía perfectamente a donde nos llevaba, y el universo ya había decidido lo que iba a suceder a continuación.
Dicen los ancianos chinos (que son los ancianos de América), que mientras el universo está decidiendo algo, aparece un enorme pargo rojo. Pues así fue entonces y aquí tienen la evidencia. Un gran pargo rojo.
Estábamos a punto de arrancar la nave y aparecen un hombre alto como una alta varilla, flaco como un varilla flaca, y sonriente como una varilla alegre, junto a una bella mujer que lo acmpañaba y también puede compararse a distintas clases de varillas. Lo cierto es que nosotros estábamos con pocas ganas de hacer sociales, y si mal no recuerdo hasta intentámos evitar el contacto visual. Ellos estaban parados al lado de la nave sonriendo. Magic Ángel rompe el hielo y nos pregunta cualquier cosa para entablar conversa. Ni dos minutos más tarde, esbozando su clásica sonrisa que todo lo abarca nos dice: Pueden venir a mi sitio a descansar unos días si quieren. Tengo una pirámide sobre mi casa, un hermoso río que atraviesa mi propiedad y lugar para que estén cómodos. Como al día siguiente era el onomástico número treinta de Dr. Faca, aceptamos felices de saber que compartiríamos la ocasión con nuevos amigos. Elia tuvo que seguir su paseo sola y Magic Ángel se subió a la nave para mostrarnos el camino a su "pequeña porción de paraíso".
Fueron unos cinco días espectaculares. Magic Ángel y Elia, son a mi juicio dos de las personas más hermosas que hemos cruzado en el camino. Ángel que es hijo de españoles, nacido en Venezuela, criado en California, que ha viajado por todo el mundo durante 20 años y vive desde hace 12 años en Costa Rica, siempre tenía algo interesante que decir, con su eterna sonrisa en los labios y su aura mágica que a todo sitio lo acompañaba. Salía a las seis de la matina a surfear con sus compinches y nos dejaba notas con instrucciones detalladas de los sitios a visitar y las cosas que hacer. En esta casa, se podía respirar la serenidad de sus espíritus y la frescura de la naturaleza que es en este sitio, al igual que en el resto de Costa Rica, exhuberante y embriagadora.
I don´t belive in Peter Pan, Frankenstein or Superman, all I wanna do is....
El espejo le devuelve la mirada.
Y afortunadamente es Dolores y no Borges.
Entonces no hay terror ni ira.
En su imagen reflejada, los huesos más fríos.
Y ajena a las debilidades del reflejo.
Su belleza se mantiene intacta.
Lisa sabe que su infinita libertad está fuera del charco, y dentro del charco en cierto sentido. No trata de moverse, sino de pensar.
Ángel y Elia en movimiento.
Todo estaba pergeniado, a mi me tocó "el trono" y nuestro amigo el jardinero de Nicaragua, arrancó con la serenata cumpleañera. Compartimos una rica comida, música, una hermosa charla, la compañía de las iguanas que andan por todo el lugar y así festejamos las tres décadas de este servidor. Mágia pura de abeja.
No necesita dejar huellas el mago de Mal País.
Y una vez más, debemos seguir viaje. Los amigos quedan atrás, y de igual forma los días increíbles en Mal País. No sabemos cuando o donde volveremos a respirar una atmósfera tan especial. Por eso nos vamos con algo de tristeza en el cuore. A la vez, sabemos que con cada paso que damos, nuevas maravillas se revelan y las amistades nunca nos han faltado. La nave ruge en primera, las ruedas giran en falso mientras vuelan piedras y gijarros. Un segundo intento, ¿por que no? Ángel, Elia y la Peque empujan con toda su fuerza mientras trepamos la trotadora matadora, nos despedimos y nos alejamos mientras levantamos una nube de polvo lunar.
Al regreso tomamos el Ferry, no mas aventuras para la nave por ahora. Alargamos un poco nuestro camino al norte, pero una vez más, la nave nos llevó sanos y salvos a nuestra última parada técnica en Suelo Tico, Tamarindo.
Ahí vamos arrimando el bochín.
En el mientras tanto, piensen en lo que Alberto nos viene enseñando día a día, no maten ballenas y si se puede, ayuden a encontrar al Capitán Beto que lleva más de quince años perdido en el espacio.
Hoy tranquilo, besos, abrazos y rodillazos en la panza.
¡¡Arrivederci e buonafortuna!!
La línea roja representa el recorrido de la nave en tierra Tica. Mucha vueltereta para descubrir las maravillas de un país, que nada tiene que envidiar al de Alicia. Hace como mil años atrás, entrábamos a Costa Rica por el sudeste, haciendo pié rápidamente en la cosmopolita Puerto Viejo. Luego, trepamos con ese ya familiar rugido en primera; cerros infinitos, bosques nubosos y montículos de lentos perezosos, para encontrar a la niña Osito Shummy, y el aeropuerto internacional de San José. Ya formado el triunvirato a bordo, regresamos a Puerto Viejo y vagamos por la zona de Limón durante una semana. Pisados esos días, volamos una vez más (por tierra claro está) a la lluviosa San José. Bajamos luego (aunque la palabra es engañosa) de la capital, a la Península de Osa, para lo cual tuvimos que atravesar el desafiante "Cerro de la Muerte", cuyo nombre es un tanto exagerado, pero viene al pelo para dramatizar un poco nuestra ambiciosa gesta. Anclamos, por así decirlo, tres días en el pequeño pueblo aceitero de Sierpe, y de allí, desafiando tanto los pronósticos locales como los foráneos, condujimos nuestro bólido hasta Drake Bay. De allí, viajamos levantando polvo hasta Manuel Antonio, y finalmente volvimos a subir a nuestra querida San José, que demostró una profunda carencia creativa, y nos recibió descargando un fuerte aguacero sobre nuestras cabezas. Abandonando la capital por última vez, nos movimos con la velocidad del rayo a las faldas del imponente volcán Arenal, desde donde, una fuerza extraña nos catapultó a través de más caminos insondables (en realidad más intransitables que insondables) a las hermosas y lejanas tierras de Mal País. Regresando, nos apiadamos el noble cuatrimotor bicilíndrico, que fue puesto en un ferry a Punta Arenas, así nos salteamos la parte mas chunga, y tras rodear el Golfo de Nicoya, aterrizamos en la increíble Tamarindo.
Vencer al leviatán en su elemento. Más allá del filoso, incierto y gris horizonte, hay una bestia de impenetrable armadura acerada. Sus colmillos afilados como dagas, dicen, cortan el ojo de tan solo mirarlos. Espera agazapado, la llegada de los valientes que ganan aguas prohibidas, con barcos prohibidos e intenciones de igual categoría. Su sed es imposible de saciar y su apetito no conoce límites. Nosotros le hemos vencido cargando una Ujarrás en cada mano.
Lo encontramos en un cafetín. Al momento de hacer contacto visual, supimos íbamos a tener que dar explicaciones. Debemos reconocer que su pregunta fue sincera, clama, llamativamente directa, y hasta se notó un dejo de lucidez en la voz cuando dijo: ¿Por qué? ¿Por qué yo?